Sucede que en esta languidez en la que estamos sumidos los
cenefos desde hace muchos meses, resurge algún brote. Así fue este sábado
pasado, 12 de noviembre, San Margarito Flores. Movidos en este caso por la
costumbre ciclista de arribar a Calcena a darse un homenaje, y por su cortesía de
invitar a los que vamos quedando con tiempo o ganas de andar, se preparó una
andada desde Illueca hasta Purujosa. Hermana de la del 2013, donde hubo algún
amago de pérdida. Como siempre hubo cruces de mensajes para al final quedar en
Zaragoza dispuesto a ir, Rafa, Paco y los luises.
Salimos para allá a eso de las 5.50 para encontrarnos en
Illueca con el resto de la tropa: Juan Carlos, Javi, el temible Miguel y Paco.
Esta vez, debemos confesar que la salida fue más fácil porque Marisa nos llevó
a cota 860 y allí, tras la fotografía de rigor y sin que hubiera amanecido del
todo, partimos a eso de las 7h. Es la primera parte una zona suave que nos
lleva a la senda del refugio. Esa senda, sí que ya se nota, y hace que empiece
a sobrar algo de la ropa que llevamos. En todo caso, nada que con calma no se
pueda hacer fácilmente. Alojados ya un poco por encima de los 1000, comenzamos
la andada por una pista que recorre la sierra de la virgen por la cara que da a
Illueca, Jarque, Gotor y demás pueblos del Aranda. Zona de pino no densamente
poblada y con una buenas vistas en una mañana soleada aunque algo fría.
Así, vamos avanzando entre risas y conversaciones varias,
algunas de ellas sobre la picantona política que nos envuelve. Son estos
debates encendidos, y sin que falte algún pique. Afortunadamente, por encima de
todo está la amistad y el respeto mutuo, porque todo cabe, si es argumentado. Que
así debería ser siempre. Con esta cháchara, llegamos poco más allá de la Peña
del Hombre, zona en la que la niebla comenzaba a echarse e hizo que el frío nos
atenazase. Hubo que abrigarse y apretar el paso para buscar un recodo donde
poder almorzar.
Ya comenzaba a verse el santuario de la Virgen de la Sierra,
cuando se despejó la neblina y volvió el sol, para calentar algo la marcha.
Así, en la primera zona sin aire, dimos por interrumpida la marcha y nos
sentamos en medio del camino para dar cuenta del almuerzo, allá por el collado
de la cruz de piedra. Como siempre, en esta parte se igualan las fuerzas, ya no
destaca tanto Miguel, y a todos el vino, el embutido, queso, etc. nos
reconforta. Y eso que nos moderamos. Con todo, la salida hacia la ermita se
hace dura. Se deja constancia que Miguel, hizo la serie de subida a la ermita con
prestancia y premura, por supuesto liderando el grupo.
Desde arriba, en una mañana despejada, hay una excelente
vista, que aprovechamos a disfrutar, mientras vamos emprendiendo el descenso hacia
una senda preciosa entre carrascas, por la zona del barranco de Valdehinoceja.
Es un descenso prolongado y exigente, que sin duda es de lo más bonito del día
en cuanto a paisaje. Llegados a la venta de Aranda, ahora cerrada, hay que
cruzar el puente y buscar una subida a la derecha de la carretera, para
atravesando unos campos yermos, cruzar una acequia y parar finalmente en la
carretera que conduce al pantano. En un círculo ad hoc, Paco A. Javi y Rafa debaten
y deciden tomar unas jarritas reponedoras de sales en el chiringuito cercano al
pantano. Se aprueba por mayoría, o casi, la propuesta.
Tras la agradecida parada, retomamos la ruta, variando
nuestros planes iniciales que pasaban por aprovechar el merendero para comer a
cubierto. Sin embargo, no hacía ni dos horas que habíamos comido, era pronto y
decidimos continuar hasta coronar el monte que nos separa del valle donde se
localiza Purujosa. Mejor, porque el merendero estaba vallado. La subida eso sí
se hace larga para algunos. Son varios kilómetros de subida continua, aunque
sin escesivo desnivel. Ni que decir tiene que Miguel y Paco hacen la serie
correspondiente y de nuevo dejamos constancia de que Miguel coronó el primero y
nos esperó a todos gentímente para darnos la bienvenida a la cima, cerca del alto
del Marojal, a eso de las 14 h. En esa zona, se improvisa mesa y se da cuenta
de la una excelente comida.
De allí, todo es descenso, de nuevo con unas preciosas
vistas, y ya distinguiendo la antena en lo alto del monte en cuya falda, y en
la parte contraria, se sitúa Purujosa. Lejos todavía. Sin sol, pero entrenidos
en conversación animada, vamos bajando con Juan Carlos y Luis I en cabeza,
maquinando cuál será la ruta más sencilla para llegar a Purujosa antes de
anochecer. Cuando llegamos al cruce de caminos del barranco del Palancar,
observamos una señal de batida de caza mayor. Señal, como mínimo confusa,
porque está puesta de forma tal que parece avisar a los que suben hacia la
sierra, no hacia quienes deciden tomar el camino hacia abajo como es nuestro
caso. En todo caso, es lo que supone compartir el monte. Precaución y cautela.
Llegados al siguiente cruce de caminos, decidimos seguir
descendiendo, tomando el camino de la derecha y dejando el mando de operaciones
a Luis I. Enseguida tomamos una pista a la izquierda que nos debe llevar a
Purujosa. Es por allí cuando Rafa avisa de que sus neumáticos van justos, a la
par que la gasolina. Pero seguimos hasta cruzarnos con unos cazadores al que
consultamos el camino. Hay que cruzar un barranco para empalmar con el GR
siguiendo los postes de electricidad. Esta ruta ya nos lleva a la que hicimos
el año pasado, y en efecto, hay que reconocer que se ahorra algún kilómetro. Eso
sí, no hay rebollones.
Y poco más. Cumplimos con la llegada a eso de las 17.20,
antes de anochecer y después de pasar un buen día de monte. Dimos cuenta,
algunos, de unas pocas cervezas. Pocas, porque entre los que tenían que
conducir y los que no podían, la cosa se abrevió enseguida. Taxi, recoger coche
y para Zaragoza. No todos, que algunos zarandearían Purujosa. Hasta la
siguiente.