FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 09/11/2013 |
Distancia: | 45 km |
Dificultad: | Difícil |
Tiempo Invertido: | 9 horas andando |
Tiene la Peña Ciclista la sana costumbre de preparar la
hibernada con unas convivencias en Calcena o aledaños. Y fue elegido el pasado
sábado 9 de noviembre como fecha de acampada, no en Calcena, cuyo albergue al
parecer estaba a reventar, sino Purujosa. Precioso pueblo con el que se despide
Aragón al Oeste, antes de atropellarse por Soria. La cosa consiste en que los de la bici salen de Morata y pedalean toda la mañana, y algo de tarde, hasta
destino, mientras que los senderistas salen un poco más allá, en este caso
Illueca, para llegar cuando se agota el día. El plan sonaba maravilloso, así
que nos juntamos en la Plaza Mayor del pueblo, los Pacos, Juancho, Luis y la
bota. Falló por imprevistos de última hora Luis I.
Repuesto el primer aliento apurado de la mañana, nos desviamos a la derecha sobre
cota 1000 para seguir por la Sierra hacia el término de Jarque. La consigna era descansar y comer algo a las dos horas de marcha, y eso anima a cualquiera. En ese camino
ya empieza Paco A. a encontrar rebollones, que para más de uno, debía haber
esparcido el día de antes, porque era imposible tanta agudeza visual.
Aprendimos, de paso, un silogismo de fácil memorización: no pinos, no
rebollones. Dicho queda. En una zona de poco viento y algo de sol, decidimos detenernos para
el primer homenaje del día: el almuerzo. La tortilla de Paco B. (bueno, de Pili), exquisita,
queso con anchoas, algo de embutido, sardinas, etc. etc. Y comentarios varios
sobre naranjas y exquisiteces sobre formas de pelarla, algo más abundantes
conforme ganaba terreno el pellejo de la bota. Con unas mandarinas de postre,
tiramos para la fuente de Valdeleño, eso sí, con Oseja siempre testigo de nuestra andada.
Es ya esta zona, plena de pinos, algo más dura por lo malo
del día.
Bastante aire, aunque afortunadamente no demasiado frío, lo que nos
hace concentrarnos en llevar un ritmo vivo. En la fuente un pequeño trago helado, foto
y para adelante. Es un bonito terreno en el que se oyen especies autóctonas
como el cuervo de los pinos, o podemos ver de vez en cuando variedades de la
seta del corcho, que tampoco es comestible (bueno, comestibles todas son, al menos una vez). También se aprecian setas curiosas (las hubo
de todos los tipos) y de considerable tamaño, al parecer exquisitas
(ojo, solo de grandes). Con este panorama fúngico, llegamos cerca de la ermita de la Virgen de la Sierra,
donde diversificamos caminos, para no forzar las rodillas de Paco B. Los más,
seguimos el alcorce (como buenamente pudimos, la verdad) que nos marca Paco A. Con
el camino ahorrado llegamos a una senda que nos ha de conducir a Aranda (ya se
distingue desde allí el embalse de Maidevera). Hermoso paraje entre encinas y
pinos, donde de nuevo vimos gran cantidad de setas. Una senda que merece la
pena disfrutar; totalmente recomendable.
Al final de la misma, nos esperaba ya Paco B. para tomar la
pista todos juntos e ir al Gorro, donde esperaban los ciclistas. Es un rápido
descenso, incentivado por la jarra y los torreznos que se avecinan. Unas risas,
saludos a Javi Clemente que se une, botella de vino incluida, a la expedición,
un par de fotos de grupo y de nuevo camino para ir a una ermita cerca del
embalse de Maidevera donde se había decidido comer. Y allí fuimos los cinco.
De nuevo algo de alcorce hubo. Sobre las 14 h aterrizamos
allí, y desplegamos de nuevo toda la artillería: una fenomenal ensalada de
tomate y cebolla, tortillas varias, queso (cosecha Luis I), embutidos,
boquerones…. Todo era bueno para tanta gana. Con la tripa llena, cuesta
quitarse la pereza, pero antes de que se enquiste, revisamos botas y tiramos
para adelante. Ya se distingue a lo lejos la sierra que separa Aranda de la
zona de Calcena. Cuando comenzamos a ascender nos adelantan los ciclistas. Ya
en esta zona se hicieron dos grupos: Paco B y Luis quedaron algo más rezagados de
los demás, con Paco A. con ganas de tirar de boina (negra, of course). La subida es larga y algo
pronunciada, y según cuenta algún senderista de los que iba en cabeza, llegaron
a coger (o casi) a los ciclistas. El cronista no da fe. Sí de los corzos,
rapaces y hermosas vistas que se distinguen, así como del cierzo que soplaba.
Alcanzado el collado cerca de El Marojal, nos tiramos a la izquierda para meternos
en una zona de pinos; reserva de los cestasvacías, que abundaban, y mucho, a
esas horas de la tarde.
Poco a poco ya se vislumbra Calcena y nos acercamos al pueblo de Purujosa,
y la famosa antena que lo corona, aunque también se precipitaba el atardecer. Entre
rebollones, pies azules, y algo de cachondeo, vamos llegando a un cruce que
identificamos como el que utilizan en la Calcenada de otoño para servir algo de
caldo a los andarines. Allí, según las indicaciones que le habían dado a Paco A.
nos fuimos a la izquierda. Parecía que quedaba poco, y el GPS marcaba que
Purujosa no estaba más allá de 3 km, pero en línea recta. La referencia de la
antena la hemos dejado de ver, y en poco, dejamos de ver ya nada. Incluso el
GPS, que se había cascado. Aunque parecía que se habían seguido
bien las indicaciones para no pisar el asfalto, y evitar la carretera,
empezaron las dudas de cuánto queda. Poco a poco, vamos ascendiendo y retomamos
un GR, que al menos nos da seguridad de que llevaría a alguna parte. Claro que
para entonces ya hacía mucho que había atardecido. Teníamos claro que no estaba
muy lejos Purujosa, y que íbamos bien, siempre cerca de la línea eléctrica,
pero no teníamos referencia de cuánto quedaba. Afortunadamente, el GPS volvió a
la vida y en el mapa pudimos ver el camino que nos acercaba a Purujosa. Era
cuestión de seguir recto, girar a la derecha… y allí estaba. En medio del
monte, con todo su esplendor. Conseguido… 45 km. Algo más de 11 horas después
de comenzar la marcha, llegamos a destino. Una buena andada. Sí señor. Y para
reconocimiento de los guías y de Paco A. el camino que tomamos, bien indicado, no era más largo
que el oficial por la carretera (en todo caso algo más, pero como mucho
un kilómetro), y visto sobre el Mapsource, no tiene pérdida. Quizás de noche,
no esté tan claro.
Llegados a destino, tomamos unas cervezas rápidas y nos
fuimos con las lactarius deliciosus, camino de Zaragoza, en el coche que Paco
B. había, gentilmente, dejado preparado el día anterior. Allá dejamos a los
ciclistas, a Paco A. y Javi, disfrutando de la fiesta… Otra vez será, pero fue
un día maravilloso, una andada estupenda y para recordar. Un placer.