domingo, 24 de julio de 2011

Pretemporada cenefa: STAGE EN COSUENDA


Llega la Calcenada. Hay cenefos de 104 y otros de 40. Pero todos necesitan preparar la cita: algunos por lo que supone de reto y otros por su escaso kilometraje en esta primavera. Así que una parte de los cenefos (Fernando, Rafa y Luis) se han ido a Cosuenda a preparar la cita. No era mucho el reto que nos había preparado Fernando de una previa que había hecho con los hermanos ciclistas. Pero había que subir.
A las 7.30 salimos desde el Albergue camino de Cosuenda, donde seguimos por la calle principal hasta llegar a la bifurcación: calle de las Escuelas a la izquierda o un puente a la derecha. Esta última opción nos lleva a una calle que enseguida presenta un cartel que anuncia el Raso de la Cruz, en un desvío a la derecha. Tómese, y después de poco más de un kilómetro llegamos al Área Recreativa de aquel nombre, que en estas fechas está tomado por los mosquitos. Literal. Eran poco más de las 8 h. Mañana fría (¡pese a ser 23 del julio más templado que recordamos!) que nos obliga a iniciar la marcha con más ropa de prevista. Hubo una consulta a Paco para cerciorarnos de cómo llegar a los repetidores del Pico de Valdemadera. En todo caso, basta seguir la pista que sale del área recreativa y seguirla (no desviarse hacia la Nevera).
La pista es sencilla, no demasiado empinada y en breve se llega a una casa o residencia que parece ligada a alguna orden religiosa. En esta zona, llegamos a la carretera y vemos el objetivo a lo lejos (y a lo alto). Si se sigue la carretera y se está atento a las marcas se verá una senda que sale en la parte derecha de la carretera, justo en una curva pronunciada a la izquierda (tal y como se sube). Ya el portal de la senda promete. Zona de carrasca, muy cerrada, que da a la senda un aspecto abovedado. En todo caso es exigente y conviene tomársela con tranquilidad, sin cebarse, que hay tiempo para todo. Mejor subir a ritmo y disfrutar del paisaje. En este caso, Fernando, que va mucho más fino, tira hacia arriba con facilidad. Se llega con dificultad al punto en el que se encuentra con la senda que proviene de la Nevera, cruce de caminos que está marcado con una tablillas (todas estas sendas están bien marcadas, ¡qué gozada! y ¡qué envidia!). Parece que ya estamos, pero no es así. La última subida es dura, con un terreno en malas condiciones y la senda ya borrada y convertida en puro monte. Pero se llega. Con el resulelo justo a un plácido y reconfortante almuerzo: pan, tomate, salchichón, chorizo, jamón y longaniza. Un variado.
Repuestas las fuerzas, disfrutamos del mirador y el paisaje que nos ofrece, para comenzar el descenso por la misma zona hasta el cruce con la senda de la Nevera que tomamos ahora para ir al Raso de la Cruz. Como en la subida, se trata de una zona preciosa, con mucha vegetación, creciendo de forma desordenada y hermosa. No llegamos a desviarnos a la Nevera, para no retrasar mucho el final, y bajamos directo al Raso. La última parte la hacemos trotando y poco después de las 11h estamos de nuevo en la zona recreativa.
Después… limpieza de coche y visita al Albergue. Ya se sabe: refrigerio isotónico, después de 11 kilómetros. No muchos, pero muy recomendables.

LOS DÍAS QUE SALIMOS A ALMORZAR


Hay fines de semana que los cenefos nos enrocamos en la complacencia de una amistad a golpe de huevos fritos con jamón. Complacencia que destila ese aroma de pequeñas renuncias que el tiempo va asentando en nuestras vidas y que nos obliga a cubrir objetivos sencillos, alcanzables, exentos de frustraciones. Cuando eso ocurre, un pequeño paseo, viento fresco y Morata en bruto son suficientes para descubrir nuestro centro de gravedad, para reconocer nuestro lugar en el mundo. Algo de eso ocurrió los últimos fines de semana que decidimos re-repetir (acto de repetir dos veces) una andada previa, muy castiza: Albergue-Valle de los Fósiles-Jabacín-Paredes-Chodes-Albergue. Ya quedó descrita esta ruta hecha la pasada Semana Santa (véase Senda sin Polvo) y poco más queda por decir. No es ni la más bonita, ni la más exigente, ni la más sencilla. Pero es una ruta por nuestro pueblo. Kilómetros de complicidad para ir desentumeciendo piernas. Primero Fernando y Luis y un segundo fin de semana, los mismos acompañados de Ángel, José Antonio y José Manuel. Un escaso par de horas, con sabor a poco, para desembocar en un almuerzo, de regusto y poso. Nada de tonterías. A saco: huevos fritos, jamón, jarras y patatas fritas si toca. Y ya está, que no hay sofisticación en la felicidad. Hay fines de semana que toca salir a almorzar, señores. Y no hay más