FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 05/08/2023 |
Distancia: | 14 km |
Desnivel positivo: | 1285 m |
Dificultad: | Pechugazo |
Tiempo Invertido: | 6h 45 min (con paradas) |
Propuso Víctor subir al Castillo d’Acher este verano y después de una temporada escasa de retos y vuelos más allá de la Ibérica, paseamos algunos la cenefa por el Pirineo de nuevo. En una versión actualizada de nuestro viejo lema ACAC, salimos de la plaza a eso de las 5 a.m. con dirección a la Selva de Oza para dar cuenta de ese castillo.
Si algo tiene el Pirineo, y ese valle en concreto, es belleza por todos los lados. Y viniendo de secano, más todavía. Si a eso le sumas el porte de ese monte, que bien simula una fortaleza, la llegada no puede ser más espectacular. Eso sí, desde el parking de Selva de Oza a estos años que ya nos han caído encima el castillo no les promete nada placentero, más allá de lo emocional que no es poco. A pocos minutos de las 8 a.m. comenzamos una subida bien señalizada nada más cruzar el puente del río Aragón Subordán, que más tarde encontraremos con gente jugueteando entre sus aguas, pero que a esa hora más bien apetecía poco, en una mañana fría para lo que agosto acostumbra. La parte inicial es realmente espectacular entre un denso bosque de hayas que apenas filtra la luz de un madrugador sol. Subida constante, aderezada con algún falso llano, por un terreno algo húmedo que se hace placentero al principio, aunque poco a poco se va empinando con duras y largas rampas. Aunque ya el aliento empezaba a faltar, lo duro realmente llega cuando el bosque nos deja tirados a los pies (muy a los pies) del castillo en una zona ya exenta de árboles y ocupada por vacas (de aptitud cárnica nos aclararon) que pastan tranquilamente y ajenas al constante goteo de senderistas en busca del castillo. Es ahí realmente donde empieza lo duro. Poco a poco, y con ocasionales paradas para beber y trampear, vamos ascendiendo hasta una zona ya más pedregosa que avanza lo que es la ascensión final para alcanzar el monte o al menos para superar lo que parece el parapeto pedregoso del castillo. Ya en esa zona el viento sopla lo suyo y se hace necesario protegerse. Con cuidado, se llega por fin arriba donde te recibe una falsa meseta con un sendero muy bien marcado para llegar a cima. Ya a esas horas, éramos muchos lo que compartimos un paisaje realmente espectacular de esta cordillera.
Por supuesto, alcanzada cumbre foto de rigor y un pequeño refrigerio (nada que ver con nuestros almuerzos con bota) antes de emprender el regreso. Subida en poco más de 3.5 h, con todas sus paradas, que animó a algún iluso a prever que en escasas 2 más estaríamos de nuevo en el coche. Error. La bajada no es más cómoda que la subida, sino todo lo contrario. Primero porque a esas horas, los no madrugadores llegaban en tropel y era necesario parar de vez en cuando. Segundo, porque las piernas empiezan a resentirse de una bajada tan pronunciada. Interminable el descenso hasta alcanzar de nuevo la zona boscosa, solo amenizada por el grito ¡Dembelé! que Luis acuñó no sabemos si para darse ánimos y espantar a Monsieur Mazeau que nos andaba rondando, o por romper el silencio de tan exigente descenso. Ya en la zona boscosa, agradecimos los falsos llanos y alguna pequeña subida que nos sacaba del machacante esfuerzo al bajar.
Como somos de fijarnos metas, la que añoramos era un banco que había a escasamente 1 km del coche, donde previmos descansar y estirar un poco. Y tal era la desesperación que a punto estuvimos de esprintar a unos niños que se nos adelantaron por segundos y nos privaron de un reposo ya necesario a esas alturas (acepción temporal, que por quedar quedaba poco). 900 interminables metros más tarde, llegamos de nuevo al río y pudimos dar por concluida una magnífica jornada. Estiramientos, cambio de ropa y zapatillas, y juramento de Luis de que ya no le pillan en otra igual, antes de ir a dar cuenta de unos huevos fritos reponedores y las sales que cada uno consideró oportuno.
Regreso tranquilo y con buena música al pueblo a donde llegamos a eso de las 7 p.m. (A Cenar A Casa) después de una buena jornada senderista. No es el Castillo d’Acher, ni son los mismos paisajes, pero el 2 de septiembre nos aguarda el Moncayo que suele despedir nuestros veranos. Monte que por altura (acepción de verticalidad) no desmerece al castillo.