Un año más, nuestros compañeros de Nigúella nos invitaron a su peculiar celebración de la festividad de San Antonio. Santo otrora venerado y festejado pero durante muchos años dejado en el olvido en pos de los titulares: San Vicente y San Lorenzo.
Es el segundo año que se revive la fiesta y de nuevo uno de los actos principales del día fue una andada por los alrededores del pueblo. Un paseo matutino de unos 10km, casi un aperitivo para los que están acostumbrados a andar pero un paseo largo para los que no.
Como la ruta no nos llevaría más de dos horas y media, decidimos apurar el sueño y quedamos citados a las 9 de la mañana en la plaza. Allí, con otros amigos de la localidad, los Cenefos: Juanjo, Ana, Carlos, un "resucitado" Manuel Ángel y Miguel; ultimaban los preparativos antes de la salida.
Con puntualidad británica, el nutrido grupo salía presto por las calles de la localidad para afrontar el único tramo dificultoso de la jornada. Una subida casi monte a través por un sendero frecuentado por ganados ovinos nos conduce rápidamente a una zona de mayor altitud desde donde las vistas del Moncayo son espectaculares.
Con eso de estar pateando caminos de ovejas, algún cenefo se cebo con el famoso dicho: "Las Ovejas no hacen cimbeladas" (ver crónica cenefa de la salida por Belchite).
Ahora si, en un monte a través completo, alcanzamos el camino que nos conduce al balsete, pero justo antes de alcanzarlo, otro monte a través nos mete de lleno en la zona denominada "Pizaiza".
Tomamos aquí un barranco que muy encañonado desciende rápidamente hasta la carretera, este es el barranco de La Iglesia. Un barranco al más típico estilo farwest sustituyendo los cactus por retamas, romeros y aliagas.
Final de un barranco y comienzo de otro, hoy hacemos barranquismo. Descendemos ahora el barranco de Ricla, que va hacia Arándiga, que contradicción. A la izquierda y encaramados en la peña Nigúella, unos sorprendidos buitres observan estupefactos la inusual procesión que cruza a toda velocidad por estos lares.
El barranco nos conduce a un puente carretero el cual cruzamos para alcanzar la ribera del rio Isuela, el cual vadeamos por una zona seca próxima a un añejo azud de derivación.
Ya en la margen derecha del Isuela, un suave y agradecido camino nos guia entre huertas y frutales, y de estos últimos algunos dan buena cuenta. Las encarnadas cerezas y los maduros domasquinos hacen picar a más de uno, y a estas horas saben de rechupete.
Poco más antes de llegar al parque del molino de Nigúella el refrescón que la fuente del lavadero que nos regala el frescor de las higueras con las que vive hermanada.
Llegada al parque y finalizado el breve chicken out comienza el copioso chicken in. Las brasas dan buena cuenta de numerosas piezas de paceta y longaniza que pedían piedad antes de ser engullidas por los agotados anadarines.
Por otro lado el calor suplió la falta de kilómetros en cuanto a lo que a sed se refiere y cantidades importantes de cerveza se deslizaban por las secas gargantas del personal.
Como si de un ejercito perfectamente disciplinado se tratase, mientras unos preparaban la música, otros preparaban un rancho y uno terceros dos paellas espectaculares. Todo para dar gusto a más de 80 comensales que allí se reunieron para celebrar a su manera la festividad de San Antonio. Algunos cenefos, como no puede ser de otra manera, les acompañamos y disfrutamos con ellos de este magnífico día con tan buen gusto preparado.
Finalizada la comida, todos a bailar y a disfrutar de las gracias de uno y de otro, en especial la ceremonia de boda que el "Padre Guancho" ofició con solemne tono de voz y discurso. Amén.
La fiesta continuó en la plaza del pueblo, según me contaron, hasta las seis de la mañana o así, apurando la disco-móvil que con esfuerzo han ido montando para el disfrute de todos
Gracias a nuestros amigos de Nigüella por la invitación y os animamos a que sigáis celebrando este tipo de actos haciendo gala de hospitalidad y generosidad sin par, vamos que nos apuntamos para el año que viene.
sábado, 23 de junio de 2012
sábado, 16 de junio de 2012
EL TOZAL
Domingo 10 de junio de 2012: Santa Cilia-Tozal-Santa Cilia
Kilómetros: 22 aproximadamente (consultar track)
Estaba fijado el Tozal como una de las andadas cenefas de este año. Ya se tuvo que posponer y parecía que, por la natural pereza cenefa, iba a quedarse de nuevo en la lista. Sabido es que cuando llega el verano, la actividad se dispara, pero se concentra en el espacio. Y Guara está fuera de los límites. Ya antes de empezar habían caído algunos. Nuestro jubilado de honor nos falló por su mala cabeza, y al final quedamos cuatro para la andada: Fernando, Miguel, Rafa y Luis.
Partimos hacia Huesca a eso de las 6h. No habíamos fijado claramente la ruta: Santa Cilia, Used, Nocito… varias posibilidades. Aunque nos habían desaconsejado Santa Cilia para esta época del año, lo cierto es que no hacía calor y nos sobraba tiempo. Así que decidimos ahorrar carretera a la vista de que el tiempo acompañaba. A eso de las 7.30, ya habíamos comprado pan, llegado a destino, puesto las botas, calentado, hecho la foto de rigor… e iniciada la marcha. Lo que tiene esta andada es que no engaña. Hay que subir unos 1300 metros y luego hay que bajarlos. O sea que al principio, todo empinado. La subida es tendida, suave y llevadera, y permite calentar motores con cierta tranquilidad.
En las primeras rampas coincidimos con varias parejas y grupos diversos que descienden del Tozal, después de subir de madrugada y pasar noche por allá arriba. Como no teníamos claro dónde paraba el Tozal (todos neófitos en la zona, aunque el sendero está bien marcado y no hay pérdida), ya nos advierten de que queda tramo… Así que nos lo tomamos con tranquilidad. Tras una primera zona con menos vegetación, tomamos pronto un sendero pedregoso más empinado donde ya abunda más color verde. Aquí empiezan las primeras cuestas de verdad y donde se empiezan a vencer desniveles más acusados. En todo caso, el esfuerzo todavía no es demasiado exigente. Abajo ya nos queda la imagen de la hoya de Huesca, y se empieza a notar la altura. Si sumamos nubes amenazantes que ocultaban cualquier rayo de sol, el día está bueno para andar e incluso se siente algo de fresco.
La primera ascensión acaba en una pradera, donde pasta tranquilamente un grupo de ovejas a los pies de un espectacular nevero. Frente a esa zona, tenemos el Tozal. Seguimos sin tener claro cuál de los tres picos es… por la distancia que nos queda y la altura, parece claro que el tercero y más lejano es la meta. A estas alturas Miguel ya tenía algunas molestias que le impedían ir a ritmo alto, así que lo mejor era tomárselo con tranquilidad y cada uno a su ritmo para llegar arriba. Ahora sí que las cuestas son más exigentes. Hay que subir un primer pico, y a partir de él, crestear para subir arriba. Conforme nos vamos acercando, empezamos a escuchar gritos y a distinguir actividad en el Tozal. A lo lejos, nos parece que hay gente bajando despavorida de la cima, aunque se desvía a la izquierda para continuar un alocado descenso. De algo debían huir, pero la distancia nos daba pocas pistas del motivo. A la vista de que el flujo iba en aumento, empezamos a deducir que se podría tratar de una carrera. Obvio es que al cenefo que le cuesta lo suyo subir al Tozal, no le cabe en la cabeza que haya quienes lo suban a la carrera y lo bajen a la desesperada. En todo caso, a los pies de la última subida se confirma que se está celebrando la Subida al Tozal desde Nocito. Incluso, si hubiéramos apurado el paso, se hubiera coincidido con un experto en estas aventuras y hermano de nuestro cenefo in pectore por excelencia. Parece que quedó segundo.
Lo animado de la carrera nos permite hacer un último ascenso mucho más tranquilo y entretenido. Poco más de 4 h, después de salir hacemos chufa en el Tozal. Allí nos reagrupamos todos y disfrutamos de las vistas. Eso sí, el prometido almuerzo en la sola compañía del monte no pudo ser. En todo caso, había sitio para todos y disfrutamos como siempre de un abundante e intenso almuerzo. Dejamos aquí constancia de que la bota, pierde (la de vino). Una vez repuestos, tocaba bajar.
El descenso es largo y más aburrido porque descendemos por la misma zona. También hay que tomárselo con tranquilidad porque pesan las piernas y el terreno no es propicio para acelerar demasiado el paso. Con todo, sobre las 15.30 llegamos de nuevo al coche. Fernando, que se había adelantado en el último tramo para hacerlo corriendo, nos estaba esperando. Nos felicitamos, estiramos un poco, y para casa… Esta vez no tuvimos éxito en la parada para las cervecitas, así que con el reseco llegamos a casa. Ración doble la próxima.
En la andada comentamos el viernes día 6 de julio como el más adecuado para la andada Pilar-Ermita Santa Bárbara. Fernando ya ha visto la ruta hasta La Muela. Todas sugerencias serán bienvenidas.
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