domingo, 29 de agosto de 2010

Circular por Morata.

Con la vista puesta en el próximo 11 de septiembre, donde los cenefos celebraremos en Nigüella nuestros primeros mil kilómetros registrados, Fernando nos preparó una salida por Morata.
En un principio pretendíamos unir la vuelta por Chodes-Las Torcas-Jabacín-Mularroya hecha el verano pasado, con la subida a la Sierra desde el camino al Frasno y acabar visitando Villanueva y Chodes de nuevo. 
A las siete quedamos en nuestra recién estrenada sede social, Fernando, Luis y este que narra, para tras el pertinente saludo, encaminarnos camino a Chodes por el puente de Capurnos. La mañana pintaba bien, no hacía mucho calor y en nada y menos nos plantamos en Chodes, pasando por esa vía ferrata que ya tiempos rehuimos. Desde Chodes, tomamos la subida por la calle de la antigua panadería (¡que pena que ya no cueza esas deliciosas tortas!) camino a las paredes dejando siempre a nuestra derecha las ruinas de su Castillo.
Una vez alcanzada la Mineta, bordeamos la pared en la que los montañeros tienen perfectamente equipada para la práctica de la escalada, con nuestro Jalón a la derecha. La crecida vegetación no es obstáculo para poder seguir la senda, que junto a las Torcas, nos llevará junto al puente del Abogado.
Atravesado el puente, vemos una montañita de piedras, que en forma de hito nos indica donde empieza la senda que nos llevará hasta la zona de Jabacín.
Siguiendo la senda que pronto se hace camino, alcanzamos la autovía. En este punto intentamos divisar el vértice geodésico que según mapas hay en la cima de Jabacín, pero desde nuestra posición nos resulta imposible, retando al movimiento cenefo a alcanzarlo en una futura salida.
Cruzamos en puente bajo la autovía, y nos encaminamos hacía la zona de Mularroya, cuya majestuosa obra pantanil nos provoca sentimientos que son difíciles de traducir en palabras.
La antigua carretera acoge nuestros pasos, mientras los "dumpers" nos acompañan con su música,  hasta tomar el camino que junto a la cantera nos llevará a la entrada de Morata.
Iniciamos la segunda parte del camino, por el viejo camino del Frasno (que coincide con nuestro GR-90, otro pendiente a la lista...), y cuando llevamos un par de kilómetros, decidimos que es tiempo para reponer fuerzas. El pan del día (By Pelos) y el tomate untado, hacen que sea un lujo un almuerzo a la sombra de unos olivos. Fernando como siempre nos sorprende con la cantidad y variedad de viandas que puede acoger un bocadillo. Aprovechamos también para descarrucharnos (nuevo verbo cenefo, que significa quitarse las carruchas, sobre todo para los que llevamos pantalón corto y acogemos un ciento en nuestros calcetines). Luis que nos había dicho que sólo nos acompañaría en esta primera parte, decide acompañarnos un rato más, y reconfortados por su compañía nos dirigimos hacía el alto de Morata de la antigua carretera nacional.
Con la vieja Atalaya a nuestra derecha, Luis esta vez decide poner fin a su etapa, llevamos casi 20 kilómetros y el sol comienza a atacarnos a discreción.
Ya solos, el A-Team, comenzamos la subida a la sierra de Morata a buen ritmo, coronando a las doce y diez minutos. Llevamos ya más de cinco horas de marcha, y decidimos bajar por la senda que discurre por el barranco de la sierra. Se nota que son muchos los andarines que la transitan, así lo denota el claro trazado de la misma.
A la una vemos el desvío que se dirige por Valdoña hacia Villanueva, pero entendemos que aunque las piernas aguantarían, la hora de llegada sería todo menos prudente, y recibida la llamada de unas jarras heladas con cerveza en el Albergue, decidimos no hacer caso omiso y concluir allí nuestra particular Moratada, dejando nuestro particular cuentakilómetros a apenas veintiún de los mil.
Nigüella y su parque nos esperan el sábado 11... 
Suma y sigue cenefos...

sábado, 21 de agosto de 2010

MONCAYO 10

Se está convirtiendo en una tradición esto de concluir el verano con una subida al monte por excelencia de estos parajes aragoneses, algo lejos de las cumbres pirenáicas: el Moncayo. Concluidas las fiestas de San Roque eran muchos los que se apuntaban a una subida desde La Cueva de Agreda, siguiendo el GR que ya ronda Morata. El año pasado fue desde Beratón, por lo que esta ruta se antojaba un buen complemento de lo ya hecho en la edición anterior. Al final, algunos quedaron enganchados por causas diversas a una futura convocatoria. Juancho anda por tierras catalanas (también haciendo algo de camino), Ángel por lo visto flojo de salud, Susana con compromisos y Juan Carlos con otros avatares. Solo quedaron Miguel, que se apuntaba desde Nigüella, Rafa, Fernando, Javi (Clemente) y Luis.
La hora de salida ya causó su polémica, pero al final Fernando se salió con la suya y nos reunimos a las 6 en el albergue para partir hacia tierras sorianas. En el trayecto recogimos a Miguel y salimos hacia La Cueva de Agreda. La carretera es infernal. Ya hasta Calcena es mala, pero a partir de ahí es rematadamente mala, puerto de Beratón incluido. Es una lástima que una zona tan hermosa sea tan inaccesible (es posible que algo de su hermosura resida en la inaccesibilidad, pero no justifica tanta desidia). A pesar de todo, llegamos a La Cueva casi con el sol, a eso de las 7. Lo justo para atar botas, ajustar mochilas y comenzar a andar sobre las 7.30, camino del Moncayo a 2316 m.
El camino comienza en la zona de la casa rural que se sitúa en la misma entrada del pueblo (desde Beratón) a la derecha. De allí parte un camino que enseguida se interna en una zona boscosa por una pista franqueada por una cadena para impedir el paso de vehículos. A estas horas tempranas de la mañana, la temperatura no es alta en esta zona de sombra y bordeada de robles. Enseguida, un riachuelo alegra el camino, húmedo por lo umbrío y por las recientes lluvias. En todo momento se sube, pero es llevadero. Una vez dejado el bosque, nos abrimos a una zona de pastos que ya nos enseña nuestro objetivo y lo mucho que queda de subida. Cruzado el riachuelo, queda lo peor. Un barranco con un cauce pedregoso es todo lo que queda del GR que lleva al Moncayo (ya nos avisó Paco: pechada). En esta zona vamos cada uno al ritmo que nos marca nuestro propio resuello. Es simple cuestión de tomárselo con calma. Justo llegamos arriba cuando ya el sol asoma por el monte. Reposamos, tomamos agua y aire y en breve llegamos ya al Moncayo, que a esa hora de la mañana (son apenas las 10 h) acoge a gran cantidad de gente que ha decidido ascender desde el Santuario. En lo alto, lo de costumbre, la foto en la cruz, el almuerzo abundante y algo de conversación sobre el bien y el mal.
Sobre las 10.45 decidimos bajar. Si la subida es dura, no menos es la bajada que pone a prueba las rodillas. También hay que tomarla con calma para evitar caídas y lesiones. Tardamos en llegar de nuevo al riachuelo y alcanzar la zona menos empinada. Una vez allí, ya casi todo está hecho, por lo que nos lo tomamos con total calma. Tenemos la oportunidad de ver una preciosa rapaz (no hay experto para catalogar el tipo de águila) que nos sale de un árbol y a la que podemos seguir durante un buen trecho e incluso admirar a una prudente distancia, posada en un árbol. Hay también tiempo de fotos para el día del orgullo cenefo.
En esas alcanzamos el coche poco antes de las 12.30 h. Con paradas abundantes, son poco menos de 5 horas de una caminata estupenda, muy recomendable. Parada en Nigüella y posterior en el albergue para unas cuantas bebidas isotónicas y algo de alimento energético. Lo recogido en estatutos, pero en abundancia.
Así ha sido la hollada 2010. Hasta el año que viene. A ver si hay pleno.

domingo, 8 de agosto de 2010

NEVER SAY NEVER AGAIN: Calcenada 2010

El año pasado hicimos en una noche dos calcenadas y prometimos (en caliente) que aquello era suficiente. Que el cenefo no es animal de larga distancia. Que para hacer ganica para el almuerzo nos bastan 20 o 30 km. Que lo poco gusta y lo mucho cansa. Pero, también es cierto que el cenefo no es animal que deje cosas a medias (aquí hay sus más y sus menos) y como lo de 104 km sigue siendo utopía (y ni ganas de probarlo), decidimos que la oferta de cuarenta y algo de este año desde Litago a Calcena permitía completar la primera parte que hicimos de Calcena a Litago. Así que allá fuimos... a rematar.
Pero empecemos por donde solemos acabar: los agradecimientos. Javi y Miguel tienen buena parte de culpa de que la calcenada de este año fuera más sencilla. Fue un alivio que Javi se prestase a llevarnos a Litago a última hora. Lástima que no practique durante el año para que alguna vez pueda tirar kilómetros y sudar esa camiseta. Con Miguel ya habíamos quedado que nos llevaba ropa de alivio para la meta y si era menester nos bajaba de Calcena. Él juega en otra división y este año estaba decidido a acabar los 104.
Con esto, acudimos al albergue a las 6 el equipo A más Ángel (excelente incorporación) y Luis. Y por supuesto Javi. Carretera hacia Litago y llegada sobre las 7.10. Al llegar ya vimos el penar del rosario de cientocuatristas que una vez superada la noche, y aliviados con el desayuno, emprendían el último tercio de la prueba. Nos registramos, una foto y para adelante. La mañana estaba fresca y agradable para andar. La salida de Litago, abierta al Moncayo, anima a la andada. Vamos adelantando a muchos que van ya cargados de kilómetros y que sorprende puedan llegar. La primera parte de Litago a Añón, alguna cuesta tiene pero es llevadera, con el monte pelado de compañero en el horizonte.
Añón vive en equilibrio, viendo pasar el Huecha y refrescado de bosque. Llegamos a él, por el valle y la zona de la cueva, para salir por el camino del bosque donde todavía se admira alguna carbonera y que nos enfrenta al pueblo. Alguno replica y compara con Nigüella, quizás no tan cantada, pero que tampoco desmerece. En estas seguimos para adelante, camino de Talamantes. El paisaje se hace algo menos agradable porque le perdemos la cara al que rodeamos y porque además comienzan ya los primeros repechos. La subida a los cerros de la Silla se hace pesada y cada uno va a su ritmo como debe de ser (para subir el ego de los A, dejar constancia de que sí, que llegaron antes), que esto es cuestión binaria: solo se admite se llega o no se llega, pero no el cuándo. En este tramo ya hemos visto más de uno con auténticos estragos y empachos de camino, pero ahí van aguantando.
Tras la subida y un acusado descenso, llegamos a Talamantes y la zona del almuerzo. Chicken-in suavecito, algo de reposición, y repaso de neumáticos que nunca viene mal. En el reposo coincidimos con algún viejo conocido como Eloy que nos sigue emplazando para este otoño en la vecina Huesca. Coincidimos también con las primeras bicicletas que nos alcanzan (han salido de Calcena a las 8 am). Teñidos de rojo y negro, salimos de Talamantes en busca del último esfuerzo que nos queda para llegar a Calcena: la subida a la Tunda, Tonda, Fonda, que de todo hubo.
Comienza lo peor del día, y ahora sí que vemos auténticos zombies por el camino. Lorenzo no tiene piedad y aprieta de lo lindo. La subida a la Tonda es un camino de 3 km que permite cambiar de valle y llegar de nuevo al Isuela. Pero se hacen duros. Ni el refrigerio, ni los paisajes, ni las alegrías que camino o caminantes ofrecen. Baste citar a uno de los zombies (indescriptible), cuando llega roto al punto de avituallamiento. Con escaso resuello, resume lo que siente: “si me caigo al suelo, enterradme aquí mismo”. Y a fe que alguno buscaba la pala solo por piedad. Nosotros no tenemos tanta justificación, que solo llevamos escasos 30 km. Así que seguimos. Nos desgranamos, y vamos llegando arriba como podemos. En la cima, una foto y reposamos algo. La bajada es más animada con un bonito paisaje ondulante y una conversación sobre alta cocina que nos va llevando a Valdeplata. En este último avituallamiento, la organización ha tenido el bonito detalle de poner un grifo de cerveza. Quizás no contaba con la llegada de Juancho que a poco les acaba el suministro, la cebolla y hasta el pimiento picante que tenían para acompañar las cañitas.
Ya solo quedaban unos seis kilómetros, pero fueron los peores. Son ya más de las 14 h, Lorenzo está con la lupa tocando las narices, el asfalto quema, y a alguno le empiezan las primeras rozaduras. Se hace interminable, a pesar de que cada coche que pasaba decía lo mismo: que no queda nada. Incluso alguno empezó a temer que aquellos que dudan de San Garmin y su fiabilidad contando kilómetros, tienen razones para ello. Nos cruzamos con los de la gasolina que iban de vuelta, suponemos que después de completar los 104. Al menos nos alegraron algo este trayecto infernal. Veremos esa crónica.
Pero como no hay mal que cien años dure, llegamos. Han sido 8 horas. Con una media ligeramente superior a 5 km/h. Que es la oficial, la que recogen los estatutos cenefos bien clarito. En la meta, como es pertinente jarras de cerveza y búsqueda de Miguel. Lo encontramos y nos da cuenta de que esta vez sí: ha rematado la Calcenada con éxito y en un excelente tiempo (poco más de dieciséis horas, un tiempazo). Enhorabuena. También encontramos a “la niña de la silga” (supimos de ella por un amigo) e inmortalizamos el reencuentro.
Nos cambiamos, comimos, tomamos unos heladitos y para Morata (de Jalón, que hay que reivindicar ese río que se nos desgañita de gritar por qué). Así fue el final de la segunda parte de la Calcenada. Una prueba dura, en la que acabar tiene su mérito. Como mérito tiene un pueblo que se vuelca en estos actos. En dos años solo hemos visto camaradería, sonrisas y solidaridad tanto en los puntos de avituallamiento como al final. No sabemos cómo serán los intramuros, ni falta que nos hace, pero de puertas para fuera solo nos despierta envidia. Sana envidia.
En cuanto a los cenefos… como el año pasado solo nos queda coronar el protagonista de todo esto. Será después de fiestas y una vez que regrese el rastafari. Que ya queda menos para mil. Y esta vez no decimos nunca jamás… que el equipo A está con ganas.

domingo, 1 de agosto de 2010

EL PICO DEL RAYO

¡Mira que hemos oído hablar del Pico del Rayo!. Lo visitamos hace poco más de un año en la Vicorada. De pasada. Y nos hemos propuesto más de una vez subir, pero causas varias nos dejaron retratados en esa frase del ideario cenefo con escaso parangón: "Nada, cenefos, otra etapa sin acabar" (Luis I dixit). Esta vez la propuesta iba en firme, aunque con cañones recortados. Nada de intentos desde Morata que se nos llevaran por delante esa hora indolente del vermú. Así que salida y llegada desde El Frasno. Media docena de contingentes, salchichas y cerveza incluidos, estábamos a eso de las 7.30 en nuestra sede social dispuestos al ataque. Compramos pan y para arriba.
El inicio desde el cementerio de El Frasno ya es un clásico de este blog; casi se pueden distinguir los puntos de track en la tapia del camposanto. Tras el oportuno cántico a San Garmin (patrón cenefo con San Sifo), check point en la salida, que cenefo prevenido no vivirá mil años. Rafa nos hizo pasar un control de pulsaciones y capacidad pulmonar; parece que estamos aptos para el consumo (sic). Tras el oportuno test salimos por la pista para enseguida desviarnos a la izquierda, camino de la Erilla Alta y el nevero que ya visitamos en diciembre del año pasado. La subida, sin tener una pendiente excesiva, se hace algo dura por lo continuada. Algunos rompen a sudar enseguida y otros van masticando salchicha, que algo queda de la noche anterior. Con alguna paradica y trago de agua vamos llegando al final justo al cruce con la carretera militar que lleva a la zona de control aéreo. Aquí un nuevo test que refleja un significativo aumento de pulsaciones (quizás haya que apurar el consumo). Varios carteles de prohibición y un militar nos alertan de que estamos en zona militar (en honor a la verdad relajada y con comprensión senderista). Se cruza la carretera y seguimos la pista que fajeando (ya ha cuajado el verbo) la Sierra de Vicort lleva hasta Viver. En esta zona se nos ve más sueltos y con un resuello de alivio (dos cifras en las pulsaciones).
La duda estaba en cómo atajar para llegar al Pico del Rayo. Había varias posibilidades, que variaban según las fuentes. Decidimos seguir hasta el cruce de la pista con la senda que lleva a Inogés y que se distingue perfectamente por la caseta con fuente que hay en el cruce. Detrás de la caseta nace (y casi perece) una senda que a cuchillo nos ha de llevar a una zona intermedia entre las antenas de televisión y el Pico del Rayo. La senda, preciosa y dura. Sembrada de musgo y rodeada de acebales, con un suelo algo complicado, nos permite disfrutar del monte en toda su intensidad (en el diccionario cenefo la hemos bautizado como senda rafita). Si vamos tomando como referencia la cima y sin desviarnos en exceso a la izquierda, al final se llega justo a una pista que lleva al Pico del Rayo. Último esfuerzo y cumbre, con Juancho y Fernando (que no equipo A; no la vayamos a liar) en cabeza.
Para aquellos que no hayan estado, decir que la vista es espectacular. De subidón (literal en todos los sentidos). Para celebrarlo decidimos brindar con media barra de pan del día salpicado de todo un poco (excepto salchicha gracias a Dios).

Chicken-in reglamentario al que se suma Ángel. Nos llena de alegría ese cambio de la galleta por el bocadillo. Por cierto, seguimos destacando la labor innovadora de Fernando en estos menesteres: el ferranadriá del almuerzo montés. Un avanzado en la fusión y el mestizaje, sin parangón. Con el apetito en retirada, procedemos como es habitual, a arreglar un poco el país, hacernos algunas fotos de nuestra hollada y tirar para abajo. La vuelta decidimos hacerla por la pista que lleva a las antenas. Finalmente nos topamos con la carretera militar de nuevo, y es complicada otra opción por este lado de monte, así que tiramos para abajo por el arcén (excepto Juancho) hasta de nuevo el cruce con la zona de la Erilla Alta.
El descenso se pudo hacer por la misma pista de subida, pero San Garmin nos había reservado una senda, que partía del cruce de la senda de Aluenda con este camino a la Erilla Alta. Más de uno dudamos que hubiera allí senda alguna, pero la fe que procesamos a nuestro santo patrón no admite fisura. Adelante. La emboscada es guapa. Un piso lleno de agujas de pino y madera seca (biomasa sin conocimiento, ¡qué no haya un incendio allí, por Dios!) hace difícil cualquier tránsito, como bien pudo constatar Ángel (¿noticias de esa muñeca?). Pero la técnica cuchillo se impone y terminamos ¡en la carretera militar!. Eso sí por poco tiempo. A estas alturas, la mayoría habíamos perdido la referencia, aunque siempre supimos que el cementerio y el coche nos quedaban a la izquierda. Monte a través, nuevo cruce de la carretera (es el cuarto, con lo que ya se puede considerar vicio), carruchas a tutiplén y llegamos a nuestro destino.
El resto es lo habitual: jarras, algo comestible (e incluso incomestible, como esos pimientos de padrón que picaban como demonios) y negociación de camisetas nuevas. La siguiente, ese trozo de calcenada que nos quedaba por completar. ¡Qué vaya bien!
(por problemas técnicos, las fotos tendrán que esperar)