lunes, 26 de abril de 2010

Jorgeada 2010. Zaragoza-Huesca 75km. The first and the last v2.0

Que nadie ponga en duda que el cenefo es animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pues sí, una vez olvidada la Calcenada de 60 km del pasado verano, el reto era participar en la IX Jorgeada. Esta andada la organiza todos los años Os Andarines de Aragón para celebrar el día de San Jorge, patrón de nuestra bendita tierra.
Y allá fuimos Fernando y este que narra en cuerpo y algún otro cenefo que me consta nos acompañó en alma. La hora de salida era las diez de la noche en la plaza del Pilar, y nosotros quedamos una horita antes. Un amigo de fernando nos iba a acompañar, pero en el último momento decidió sensatamente salir desde Almudevar al día siguiente.
La organización , junto a la fuente de Goya, preparó un escenario donde se repartieron las copas a los ganadores del año 2009 de la liga y copa de las Andadas Populares, que paradojas de la vida,  aunque no tienen carácter competitivo si que tienen clasificación y ganadores. También entregaron una cerámica a los valientes que cumpían su quinta participación en la Jorgeada. Moscatelito y pastas para ir quitando el miedo al cuerpo, y para atraer la llamada de los sin-techo que rondan la plaza del Pilar, todo ello amenizado por la Banda de Gaitas de Boto Aragonesas. Entrega de dorsales 212 para Fernando y el 109 para mi. La lluvia nos amenazaba con amargarnos la noche, pero al final se quedó simplemente en constante amenaza.
Para logística Fernando ingenió colocar los frontales en la cinta de la mochila (¡gran idea cenefa!) y me persuadió de llevar los palos en la andada, y yo haciéndole caso los dejé en la mochila que la organización transportaba en la furgoneta. Nos hicimos unas fotos, con Manolo uno de los clásicos e ilustres premiados, con el presidente de la FAM y con el atleta montisonense Eliseo Martín, electo Jorgeador del año, y que a las diez en punto cortó la cinta de salida.
Y allá salimos, en el grupo de cabeza a una velocidad de vértigo, para cruzando el puente de Piedra, atravesar el Arrabal ir dejando Zaragoza en busca de llenar de 75 kilometros nuestras botas.
Antes de llegar al Camino de los Molinos, ya perdimos de vista al grupo delantero (que según nos contarían más tarde llegaron a Huesca a las 10 de la mañana), y eso que nosotros caminábamos rondando los 7 kilometros por hora.
Pasamos San Gregorio, y nos dirigimos por un tramo de camino y después por otro asfaltado en dirección a San Juan de Mozarrifar. Eran las 23:10, habíamos volado para hacer los primeros 7.5 kilómetros, y un plato de macarrones en el avituallamiento cayó en cuatro ganchadas. Fernando no quería parar mucho tiempo en los avituallamientos para no quedarnos fríos. Así que con los macarrones en la garganta, tomamos dirección a Villanueva de Gállego, donde llegamos a las 0:22 horas. Llévabamos 14 kilómetros cargados de buenas sensaciones y decidimos detenernos poco y tomar solo agua en el avituallamiento ya que esta vez nos esperaba un chocolate caliente, que no tomamos por por precaución cenefa y por miedo a una inorportuna descomposición.
El siguiente tramo nos llevaría a Zuera (el pueblo al que hay que ir siempre de visita), la vieja cañada Real de Huesca que transcurre paralela a la N-330, era el recorrido que la organización había marcado. Como incomprensiblemente más de la mitad de los andarines no llevaban ninguna linterna, muchos optaron por realizar este tramo por el anden de la carretera. Fernando y yo fuimos fieles al recorrido oficial, y por él fuimos hasta Zuera.
A las 2:15, entrábamos en el pabellón de Zuera (km 26,5), donde nos aguardaba un avituallamiento y las mochilas, y donde pudimos ver los primeros abandonos por lesiones musculares y problemas plantares. Descansamos un cuartito de hora y pasando por alto el cuidado de nuestros pies, salimos para realizar el segundo tercio de la andada.
Esta vez tocaba carretera, y por el anden de la N-330 salimos pletóricos en busca de Almúdevar. La noche estaba muy oscura, las nubes que tapaban la luna en su cuarto creciente, apenas nos permitían distinguir nada del paisaje. Muchos compañeros se unína brevemente a nosotros, pero escasos de conversación. Parecía como si todos quisieran guardar hasta la última gota de energía. Fernando y yo chino-chano íbamos hablando para hacer más ameno el camino. En este tramo hasta Almúdevar no íbamos a pasar por ninguna localidad y el camino se hacía por una pista de tierra, que transcurre junto a la vía férrea y  a la A-23.
En el kilómetro 41, había situado un avituallamiento justo en el límite que separa las provincias de Zaragoza y Huesca, y allí llegamos a las 5:20. manteniendo una media total de 6 km/h. Vasito de aquarius, una trampa (gelatina energetica), una mirada al autobús escoba que recogía a los retirados y enseguida emprendimos de nuevo la marcha.
Saltaron las primeras alarmas en forma de rozaduras en mi pie, que cada vez se hicieron más molestas y justo cuando llegamos a San Jorge, kilometro 48 y eran las 7:50, supe que hasta que finalizara no me iban a abandonar. En San Jorge, nos dieron una tarjeta de control, en ella indicaban que llevábamos 61 andarines por delante nuestro, y que nos quedaban 8 kilometros para llegar a Almudevar.
Ahora si amanecido, pudimos contemplar los verdes cultivos de frutales y campos de alfalfa miesntra caminábamos por la Cabañera Real de Lupiñén, que nos llevaría directos al pueblo de las afamadas trenzas. Las rozaduras se tornaron en ampollas, y las molestias iniciales se convirtieron en dolor. Aún así llegamos al campo de fútbol de Almudevar a las 8:30 de la mañana. A pesar de los contratiempos llevamos una media superior a los 5,5 km/h.
En Almudevar nos aguardaba un exquisito bocadillo de panceta a la brasa (de lo mejor de la andada!). Hicimos un merecido descanso,  curamos los pies y como humanos dudamos si continuar.
Emprendimos la marcha a las 9:10, y el parón hizo mella en las piernas que tardaron varios kilometros en despertar. Esta vez emprendimos dirección Huesca por la Cabañera Real del mismo nombre. Nos quedaban 20 kilometros para alcanzar el objetivo, y la duda de si llegaríamos.
Cada vez dábamos mas pasos sin mediar palabra, y fuimos acumulando kilometros como pequeños triunfos en la batalla que ahora librábamos contra nuestra maltrecha resistencia física. Apareció Huesca al fondo tras recorrer varios kilometros por la senda en que se había convertido la Cabañera, y que su belleza constrastaba con el dolor que causaban los cantos de las piedras en mis doloridos pies.
Quedaban unos pocos kilómetros y mucho silencio, pero sobretodo muchas ganas de llegar.
Y llegamos, vaya si llegamos, a la 1:13 llegamos a la ermita de San Jorge, donde debido a la festividad miles de oscenses disfrutaban del sol y de comidas campestres.
Dos cañas de trago, recogida de recuerdos (camiseta conmemorativa, revista, folletos y porta-móvil) una duchita y a comer.
El menú: ensalada, paella y "dalqui"
Después al autobús a Zaragoza, donde como os imaginais el único que iba despierto era el conductor.

Gracias a Rosa y a Ana por vuestra comprensión cenefa, a Fernando por compartir este reto y al resto de los cenefos por acompañarnos en alma.



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sábado, 10 de abril de 2010

Valdejalón V: Todo de tirón... y sin trampas

Podría ser una crónica de sentimientos encontrados. Esos que nos arrollaron en el camino de San Cristobal. Podría ser distinta porque todo es distinto cuando andar no importa. Pero va a ser una crónica más. Reivindicativa de monte, de primavera, de aire, de ganas de salir a compartir una mañana con amigos, conocidos o simplemente desconocidos con una misma afición. Con compañeros. Y allá nos fuimos los cenefos, esta vez con casi pleno. Rafa, Miguel, Juancho, Yuri y Luis desde Zaragoza a eso de las 6 a.m. que la cosa empezaba a las 7. Nos estaba esperando Fernando que se adelantó a Morata el día de antes. Lo típico: recogida de dorsales, algo de picar, unos consejos y en nada sonaron las sirenas de la ambulancia que se habían marcado como pistoletazo de salida.
Camino de Mularroya, un buen número de andarines de toda edad y pelaje. La zona inicial de Cantalobos es suave, mantenida, con un ligero pique hacia arriba que no nos exige demasiado. Ya en estas, se escapan Yuri y Fernando dejando al resto detrás, con esas charlas de buena mañana insustanciales, como debe ser para aligerar desayuno.
Enseguida llegamos a la zona de atrás de los Palacios, ya pinar alegrado de arbustos, romeros y mañana fresca. El camino se hace pedregosa, transmuta en senda que sube descaradamente hacia arriba, para llegar a la Cuz de Alberto, donde está el primer avituallamiento. Esta zona es muy bonita, y tiene el encanto de Mularroya... sí, esa Mularroya que estáis pensando. Retenedla bien que todo pasa.
De allá, tomamos de nuevo pista hacia el viejo convento de San Cristobal que otras veces hemos comentado en este blog. La zona es suave, con un prolongado descenso en la zona de Fontellas para girar en esa senda ya marcada hacia San Cristobal. Con el ánimo alicaído, llegamos al viejo convento, donde la organización había previsto el almuerzo. Hubo reunión general, miradas esquivas de resignación y poco a poco, fuimos abandonando la zona por la senda de la acequia, camino ya de Alpartir y de esa hermosa zona del valle del río Alpartir, que otras veces hemos recorrido sea camino de la Buitrera o del Valle del Amor. El monte ya es monte y la primavera gozada. El sol, además, acompañaba. La hermosa senda de Ortigas Viejas nos reencuentra con lo mejor del senderismo, con un aire tan limpio y aromático que hasta cuesta echarlo.
En esas, Rafa comienza a tirar hacia el camino de subida a la Plaza del Pino. Por delante Yuri y Fernando a lo suyo que hoy ha sido probarse. En el camino conocemos a Eloy que nos sigue desde Huesca y al que mandamos un abrazo.
La subida, por conocida, la hacemos a ritmo sostenido. Lejos quedan aquellos días que con Luis I nos costaba subir. Algo hemos mejorado. Ya la bajada se nos da un poco peor, pero vamos tranquilos, concentrados en la charrada hasta llegar a Alpartir. Coincidimos todos que allí nos hubiéramos quedado porque quedaban los kilometros de la basura (simil de baloncesto, nada más), de menor interés. Incluso, hermoso sería una Valdejalonada exclusiva en esa preciosa zona, en los alrededores de Alpartir, que tanto tiene que ofrecer.
Pasado Alpartir tomamos un camino llano que nos lleva cerca de la zona del convento por donde han descendido los de la caminata corta. Algo se anima la zona con un breve pinar, y se hace divertido buscar ese último avituallamiento de los Algueceros donde tomaban el dorsal (control de paso) y que muchos se han saltado para atajar un buen tramo. Picaros la organización que no contaba con las ganas de acabar de la gente. Esta vez los cenefos hemos cumplido, sellado dorsal, conversado un rato y rato... Rato en el que no vino nadie al control.
Tomado de nuevo el camino, se sale a una zona de campos, llana, donde se empiezan a sentir ciertas flojeras. Luis ha mentado su botas desvanecidas ni se sabe las veces (salvo Rafa que sí lo sabe). A Miguel algún músculo le crujía, y en general se mascaban las ganas de llegar. Y así lo hicimos antes de la 13h. O sobre las 12h que fue cuando llegaron los primeros cenefos: Yuri y Fernando.
Cambio de camisetas y consenso para renovar vestuario y que todos podamos disfrutar de similares prendas una vez pasado el tiempo de dudas iniciales. Varias cervezas y comida rápida porque había que subir a Morata.
No nos olvidamos de nuestros colegas de la gasolina a los que por fin conocimos. Majísimos chavales con los que tenemos que compartir camino, almuerzo y comida. José Carlos, Diego: queda prometido y citados estamos allá por junio cuando despunte el verano.
Así acabó esta triste edición de la andada de Valdejalón. Han sido 30 kilómetros que los cenefos más retrasados han hecho en 5 h 24 min efectivos más 20 min de paradas (5.5 km /h). Los primeros cenefos 45 minutos menos totales.

Alteramos nuestra costumbre para incorporar al blog el principio de un hermoso poema del gran Leon Felipe.

Ser en la vida romero,
romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., solo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.


No te conocimos, pero fuiste compañero. Cenefos.

lunes, 5 de abril de 2010

PIETAS: Duelo de Garmins

Pietas tiene un encanto decadente. Uno de esos refugios de relajo que florecieron (léase urbanisticamente hablando) cuando ya la presión de la ciudad había expulsado la autencidad de nuestros pueblos. Reluce agonizante en la Sierra de Vicort, con chalecitos salpicando el paisaje, calles con salpullidos de desidia, ermita rehabilitada con retazos de voluntad, su famosa fuente con merendero y una sensación, para aquellos que conocemos poco más que la excelencia de sus aguas, de que todo debería haber sido de otra manera. Ir andando a Pietas era el objetivo para esta Semana Santa de pueblo, hombro y tambor. Allá nos fuimos el Jueves Santo, 1 de abril.
A las 8 h nos reunimos en el albergue un buen número de cenefos para lo que ha sido el promedio último. Allí estaban, los habituales Fernando, Juanjo, Miguel Ángel y Luis a los que se unieron los más ocasionales Rafa, Yuri, Fernando y Fran. 8 andarines y 2 Garmins.
Tras los saludos y bravos por el quorum, tiramos a la salida del pueblo para coger el camino de El Frasno. Enseguida nos desviamos por la derecha por la Umbría del Águila, camino de la Atalaya. Admitimos aquí comentarios para confirmar el nombre definitivo de la umbría y su barranco, así como la génesis de la atalaya. En esta zona el tirón de Fernando, Fran y Rafael, nos deja realmente asombrados. Parecen fuertes y con ganas de echar fuera la toxina invernal. El camino poco a poco se empina, aunque la dureza no es excesiva. Con la Sierra de Morata a la derecha y un entorno de campos y pseudo-oasis vamos poco a poco alcanzando el alto que permite vislumbrar el llano de El Frasno. Nuestra primera foto y trazada a la izquierda para buscar el camino que sortee la cicatriz de la autovía. Por esa zona, que poco después debió patear Luis I, hubo una primera divergencia sobre cuál era el camino a seguir. A decir verdad, los Garmins ni vacilaron ni fallaron. Aclaradas dudas, cruzamos la autovía a poco ya de El Frasno, al que nos vamos acercando por la antigua carretera nacional, atacada de la misma enfermedad que las calles de la urbanización de Pietas.
En El Frasno, a callejear. De nuevo ciertas divergencias, para llegar cerca del cementerio donde se nos propone una doble ruta por arriba o bien la parte baja del pueblo para llegar a Pietas. A las propuestas grabadas en el GPS se suma la opinión buscada de un vecino que nos aconseja lo obvio: seguir por la carretera. Hacemos caso de lo planificado y tiramos para abajo por un camino que primero desaparece y posteriormente aparece para ir más o menos paralelos a la carretera. Cuando ya tenemos Pietas a tiro, nos desviamos a la izquierda para bajar (y obviamente, luego subir) por una bonita zona de pinos que nos lleva cerca del desvío que lleva a la hospedería (así reza) y la ermita. En esta zona se producen ciertas diferencias entre los Garmins y entre las filosofías de los fines y los medios que dejaron frases para la bitácora: ¿Llegaremos a Pietas, Fernando?.
Llegamos. Sin problemas. Y se hizo poco antes de las 10.30 h. Una visita a la ermita y un buen chicken-in. Rememoramos viejos almuerzos de barra palmera y vino cenefo con sabor a escaso, amén de su intermitencia que la broca del 2 de Fernando debería solventar (¿cómo está el asunto?). Poco después de las once nos pusimos en marcha, en este caso al encuentro del coche rescatador para la mitad de la flota. Alguna foto queda como constancia. Precisemos que el compromiso de la etapa corta estaba previsto de antemano: era sine qua non para aquellos que tenían preparativos de procesión. Disculpados y agradecidos de que apañaran la agenda para compaginar ambas cosas.
El resto, con un solo Garmin (asumimos el riesgo), emprendimos el regreso a Morata por camino distinto, pero con parada y fonda en El Frasno. En concreto en el Bar Manolo, donde disfrutamos de la cervecita con limón de la casa. Un interesante ejercicio de optimización de recursos. Reparadas fuerzas, comenzamos la rodada hacia Morata por la vieja carretera que pasando por encima del túnel conecta con un camino que transcurre paralelo a la autovía. Desviados en el primer cruce a la izquierda vamos ahora de nuevo por el lado contrario del barranco del Águila. Al final llegamos de nuevo al cruce, marcado con un poste castrado (es difícil de asumir que esto no tiene remedio, ¿será que somos así?), que habíamos tomado a la derecha en la ida.
A eso de las 13 h llegamos a la fuente del Portal y barranco abajo al albergue reparador. Cerveza a tutiplén para reponer fuerzas.
La próxima vez subiremos a Pietas por la Sierra con la guía de Luis I. Y confiemos que tengamos consenso sobre la importancia del camino, que se sigue haciendo al andar. Solo ha cambiado que se puede trazar de antemano, aunque sea por puro divertimento.
Hasta el sábado.