domingo, 29 de julio de 2012

ENTRE MORATAS


Propuso no hace mucho Luis I unir Moratas, la del Jalón que nos arrebatan y la del Jiloca que le afluye. Nuestro guía tanteó primero la ruta y parecía que la distancia estaría allá por los 36 km, asumible para una mañana de verano, la del 28 de julio en la que Maldonado prometía tormenta de las buenas para el mediodía. Para evitar el sol previo y la tormenta posterior nos citamos a las 5h en la Plaza. Por unos motivos o por otros al final quedamos seis andarines dispuestos a hermanar moratas. Tras la foto de rigor en la plaza, comenzamos a andar a eso de las 5.15 h.
La primera parte, que nos iba a llevar a El Frasno la conocemos de numerosas andadas previas. El ritmo era fuerte (bastante fuerte) en estas primeras cuestas que nos van llevando a El Frasno donde llegamos con las primeras luces del día, poco antes de las 6.30 h. Paramos en la panadería a recoger algo de pan y bollería que aumente la carga de las pesadas mochilas que llevamos, y tras escarceos varios tomamos el camino del cementerio para subir a la erilla alta. Es la subida fuerte de la jornada, eso sí por un bonito paisaje. Ni que decir tiene que no hubo mucho agrupamiento en la subida, y que a algunos, como el que narra y Moncho, tanto ritmo se les atraganta. En el cruce con la senda de Aluenda, hacemos un alto, para reponer algo de fuerzas y allá nos ofrece Moncho plátanos, sin lugar a duda manipulados. No se entiende si no, como Moncho reinicia el camino a toda velocidad, al lado de los miuras, y dejando atrás al único que no se había dopado. Afortunadamente, el alto se alcanza enseguida y nos reagrupamos para tomar la pista que sale a la izquierda justo antes del cruce con la carretera.
El descenso, vestido de pinos y alegrado por la humedad de la mañana, es bastante entretenido. Guiados por Luis I, vamos poco a poco acercándonos a Sediles donde tenemos prometido un buen almuerzo. Allá llegamos sobre las 9.15 de la mañana y con más de la mitad del camino hecho. Buscado un sitio donde dar cuenta de la tortilla de patata que nos trajo Pelo, el vino de Luis I y los quesos, tomates y embutidos varios, descansamos durante un rato, a la vez que Luis I nos introduce en la sabiduría popular de Pololes. Dejamos constancia de una perla: “Pobre y tonto, que mal asunto” (si Pololes previó esta crisis y sus medidas, no lo sabemos, pero pudiera…). 
Acabado prácticamente el vino, aliviadas las mochilas y transferido el peso, de nuevo foto, reponemos agua y para adelante a eso de las 10 h. Salimos de Sediles camino de Belmonte y entramos en una zona de monte bajo, plagado de almendros, expuesto al sol que se hace más dura que la previa. Pronto vemos Belmonte, Mara y la serranía que tenemos que cruzar para llegar a la otra Morata.
Con calma, descendemos a Belmonte, donde de nuevo nos inmortalizamos. Ascendemos el pueblo y nos tiramos monte arriba. Esta parte es la más fea. Ya el sol calienta de lo suyo. La última subida se nos va atragantando y se hace dura la subida, no por lo larga, si no porque ya pesan los kilómetros. Menos mal que nos ha prometido Luis I que una vez arriba todo es bajada hasta Morata. Promesa, que una vez arriba, suspende hasta cruzar unas torres de alta tensión que vemos a lo lejos. Promesa que una vez alcanzadas las torres, alarga hasta un poco más allá… Casi perdemos la esperanza cuando vemos por fin, que el camino pica hacia abajo.  Y sí, en poco, vemos Morata de Jiloca. 
El descenso se hace animado con Bionic Man en cabeza junto a Luis I y el resto detrás. Ya por entonces vamos avisando a Javi, nuestro rescatador, que nos hace el enorme favor de venir a buscarnos con su coche. Alcanzamos por fin, la primera casa a las afueras de Morata y allí nos ofrecen agua fresca, algo que desde aquí agradecemos. Buena gente. Un empujón más y tras 36 km 200 m y después de 6 horas 37 minutos andando, alcanzamos la placa que señala el pueblo. Foto y a reponer sales, que las piscinas están cerca y huele a cervecita. Nos llama Antonio, que se ofrece a cubrir la ronda reponedora, algo que agradecemos. En breve llega Javi, terminamos cervezas, y para Morata, la de Jalón (dejamos constancia de que por carretera también hay 36 km). ¿Y lo demás?, pues una jarrita en el Casino, una ducha reponedora y una estupenda paella que nos habían preparado en el albergue. Estupendo día. Ya sabemos que hay entre Moratas: buen monte y mejor ambiente.
Hasta la próxima que parece será el Moncayo, allá por el 25 como solemos hacer todos los años. ¡Qué no sea demasiado el estropicio de Almonacid!, que no sobra monte para machacarlo.

martes, 17 de julio de 2012

SANTABARBARADA_2012


“El camino que unos hacen otros lo han de deshacer”. A deshacer el camino que nos ata al pueblo nos conjuramos poco antes de la Nochebuena de 2011. Una peregrinación desde la Plaza de El Pilar hasta la Ermita de nuestra Santa, la Bárbara de los mineros que estos días también peregrinan su indignación, y la de todos. Elegido el viernes 13 de este julio de dolores, y tras debates de ruta, nos citamos a las 21h en la Basílica. De Morata bajaron Miguel, Moncho, Pelotieso, Luis I y Boni. En Zaragoza esperábamos Miguel, Juancho, Rafa, Carlos, Fernando y Luis. El plan era sencillo: 10 andaban y Luis I dirigía el cotarro con The Bonis’ furgoneta, desde ya coche oficial cenefo. Un acierto, ya que pudimos cargar todo el agua, alimento y mochilas de apoyo para la andada de más de 60 kilómetros que nos esperaba.

Con puntualidad, a las 21h, tras la foto de rigor iniciamos el camino. La tarde era plomiza y muy calurosa, por lo que esos primeros kilómetros en el centro de Zaragoza,  a 38ºC, se hicieron pesados. Amenizados eso sí por los dichos de Boni. Dejamos constancia de una perla médica para aquellos que se animen a perder masa: “Menos plato y más zapato”. El resto se quedan en el vestuario. Con estas fuimos llegando al canal, cuyo camino tomamos para dirigirnos hasta Plaza donde Luis I había fijado el primer avituallamiento. En esta zona, con la noche ya cayendo, se alivió la asfixia y comenzamos a respirar un poco. Seguir la autovía y colocarnos los frontales nos enfrentó con lo que nos esperaba: una larga noche. 

La llegada a Plaza y la visión de la frago, fue la primera alegría. Allí nos esperaba Luis I que ya había inspeccionado parte del tramo siguiente, amén de enfriar la bebida y preparar el avituallamiento. Llegamos con ansia y dimos buena cuenta del agua, fruta y alguna barrita que otra. Repuestos, el siguiente objetivo era Centrovía, antes de alcanzar La Muela. Esta zona fue más dura de lo previsto por el asfalto, y algunos, como el narrador, estaba deseando llegar para cambiar neumáticos. También Carlos iba ya algo preocupado con una rozadura que amenazaba el talón. Allí asumimos que se iba a ir por el lado derecho de la carretera, intentado acortar algo el trayecto desde La Muela hasta El Sabinar. Ya por entonces Luis I nos había contado de los recelos que levantaba su deambular en The Bonis’ frago.

Retomado el camino, comenzamos a ascender hasta La Muela. Había que coger un camino que nos llevaba hasta las antenas y ahí comenzaron las primeras dudas. No estaba claro el camino y ya comenzamos a acordarnos de la ruta de Fernando. Menos mal que Boni exploró hasta dar con algo similar a una senda, que nos debería llevar a las antenas. Corta pero intensa. Fue la primera sudada de la noche. Llegado allí, Luis I nos citó en “el secadero de jamón”; sin más detalles. En el camino encontramos nuestra frago y al poco a Luis I que había ido a nuestro encuentro por un camino diferente. En este punto, ya Carlos estaba bastante apurado con la ampolla y le convencimos para que se subiera a la Furgoneta. Tras ciertas dudas, decidimos por fin buscar acomodo para cenar entre la Plaza de Toros y el Auditorio de La Muela. Lugar perfecto para fechas como estas, en las que recordamos que se hizo y lamentamos que nos harán. Con vítores a Mariví, desplegamos embutidos, tomate, embutidos, quesos y el vino Ribera del Duero, versión bota, que prometió Luis I. Como no podía ser de otra manera la cena fue animada. Se notaba, y bastante, que estábamos allí y nos sorprendíamos de que todavía no hubiera acudido autoridad alguna a mirar. Buena la cena, bueno el vino, bueno el postre. Luis I, que no podía andar, se desquitó con una buena dosis de bota y pasó el testigo de piloto a Carlos, al que hubo que curar el ampollón que llevaba. Tras una foto de rigor, comenzamos a andar. Antes damos cuenta del cambio de zapatillas de Rafa, que se calzó el ya famoso modelo Nike Gordito, recomendadas para corredores que atropellen la gravedad. Constatamos que Miguel también las calza (fue voluntaria la confesión). 
A la salida del parque, por fin, vino la autoridad que presumimos. Allí coincidimos, autoridad, The Bonis’ Team con la fragoneta y nosotros. Esquivada la frago, la autoridad siguió su camino. También nosotros. Dejada atrás La Muela, nos adentramos en el mar de molinos por la antigua carretera, para descender hacia El Sabinar. Es posiblemente el trayecto más duro. Sea por la noche, sea por el asfalto, sea por las molestias que ya afloran, algunos, como el narrador, comienzan a flojear. Menos mal que The Bonis’ Team nos cuidaba bien y se paró a repasar los pies, que buena falta hacía. Con lo parches puestos, se retoma el camino paralelo a la autovía hacia la siguiente parada en El Navarro, justo cuando ya comenzaba a clarear. En esta zona Luis I nos abre la puerta de servicio y de paso nos evita un buen rodeo. Es momento de recuperar algo de fuerzas, y optamos por tomar algún café, cola-cao o similar.
Al salir nos encontramos con el día. Podemos por fin, recoger frontales y chalecos reflectantes y con un ánimo algo renovado emprendemos el camino hacia La Almunia, esta vez por la parte izquierda de la carretera. De nuevo nos enfrentamos a interminables rectas, con alguno en estado de somnolencia. En este camino paralelo a la autovía, como al principio de la noche, hay más de un camión que nos saluda, no sabemos si confundiéndonos con mineros despistados o por romper el aburrimiento de su viaje. Tras una nueva parada en una gasolinera, para tomar agua y un café en el caso de Juancho (el sonámbulo), comenzamos el tramo hasta La Almunia.
Esta parte del camino es un debate continuo de cómo ir de La Almunia a Morata. Previsto estaba, pero está claro que esta ruta surge del consenso en el camino. Para más inri, Luis I, que siempre tiene algo que decir, se inhibe en la discusión: el que anda, decide. Es su teoría. Lo malo es que andarines había nueve y posibles rutas, tres. Momentos de confusión, aderezados con secantes en Zufrisa, que al menos nos hacen llevadera esta recta. Sin decisión tomada llegamos a La Almunia cuando ya el sol empezaba a caldear. Había poca gana de almorzar, visto que se nos iba a echar encima la solana, así que la parada fue fugaz. Lo único claro es que íbamos a tomar el camino hacia el alto de La Perdiz y en el área de descanso se decidiría si se sube o se va por el río… aunque todo parecía indicar lo obvio: se subiría La Perdiz.
Llegados al área de descanso de la antigua nacional, lo único que ya faltaba por decidir es la técnica de subida. El debate fue corto y se optó por la técnica MEU. Con esas nos abrimos hacia arriba en desbandada. Lo cierto es que la subida fue más sencilla de lo previsto y que no se hizo nada pesado. 
Pero se sudó. El alto nos permite ya vislumbrar Morata y el objetivo cercano. Tocaba bajar y con esto no se había contado. Mucho peor que subir. Para entonces cada piedra era un alfiler y alguna senda se atragantó a más de uno que iba justo de neumáticos. Con paciencia, descendemos a Jabacín y saltamos al camino que sube del Valle de los Fósiles a la Perdiz. La senda que conecta ambas zonas se hace interminable, pero una vez reagrupados en el camino, y con la frago esperándonos al fondo, tenemos claro que ya habíamos llegado. 
Bajamos, nos reagrupamos con Carlos y emprendemos el último tramo. Para entonces, ya se había llamado al Albergue para que nos preparase alguna bebida isotónica de La Zaragozana. Ver el pueblo y Santa Bárbara al fondo fue una nueva alegría. El objetivo se había conseguido. Con la alegría en el cuerpo llegamos al Albergue a reponer sales. Varias jarras después, nos motivamos para subir a Santa Bárbara… y así poco antes de las 12h, después de algo más de 65 km, más de 80000 pasos y 13 horas de andada llegamos a la érmita de la patrona de nuestro pueblo. Y allí estábamos todos, cenefos, PCs, The Bonis’ Team, la frago y el pueblo. En paz con nosotros mismos, con hambre y sueño. 
Para acabar, tocaba ducha y reunión de nuevo para dar cuenta en el Albergue de un rancho reparador que nos había preparado. Hubo de todo: cerveza, vinito, buena comida, algunas canciones y casi hasta firmas de camisetas. Hasta Juancho, cuando se despertó, puso himno a la andada. Eso sí, solo es aplicable una estrofa: No podemos caminar con hambre bajo el sol.
Rematamos el día en el Zepelín con copichuelas varias, cantos regionales y desbandada general. Fue una bonita experiencia que caso de repetir esperemos podamos hacerla con algunos ausentes, sea por compromisos, sea por operaciones inoportunas, sea por caídas… La Santabarbarada 2012 es historia. Gracias a Luis I y Carlos que sin ellos esto hubiera sido mucho más difícil, a Boni y su invalorable frago, a Juancho y Miguel por la organización, a Fernando por preocuparse en preparar rutas y a Lourdes por su rancho. Y a todos los que han compartido el camino. Una vez más se ha demostrado que andando solo se va rápido, pero en compañía se va más lejos.