domingo, 21 de febrero de 2010
LOST IN MUEL
¡Loado sea el día!. Tras muchos dimes y diretes, hoy ha debutado Miguel (Polo, para no confundir con el otro que hoy se ha diluído por Nigüella). Bienvenido seas a las huestes cenefas, y esperemos que la confirmación de alternativa no se haga de rogar. Además los padrinos de alternativa dan fe de que ha aguantado como un campeón la calcetinada de 30 km esteparios que nos hemos metido entre pecho y espalda. Para abrir boca.
El destino de hoy era Muel, para completar una vuelta circular que pasase por Mezalocha y Jaulín. Allá fuimos a eso de las 7 h, para llegar al punto de salida cerca de la 8 h. Muel es un laberinto lleno de calles cortadas de mala manera (no hemos fotografiado el tablón que había cruzado en una calle sin señalización alguna, pero juramos que así se las gastan en Muel, no es cerámica todo lo que reluce). Además al desconcierto se sumama la lluvia y un cielo nublado, nubladísimo que no presagiaba nada bueno. Mal que bien remediamos el asunto y al final aparcamos cerca del parque de las cascadas (a ver, que hay unos saltos de agua del río Huerva, supongo, en ese parque). Calzamos botas, ajustamos chubasqueros y para arriba.
Se sale de Muel por el parque y se coge inmediatamente un camino a mano derecha (por ahí según la terminología Juancho) para acompañr durante un tramo al Huerva.
En este tramo tenemos lluvia, las conversaciones de rigor (a ver si apañamos España y el Real Zaragoza, que no sabemos cuál está peor) y mucho barro. Juancho hace gala de guía y nos lleva a conocer campos (y atravesar). Algunas dudas acentúan nuestra sensación de lost in muel que llevábamos de salida, pero todo parece aclararse al encontrar un camino que Juancho jura nos ha de llevar a Mezalocha. También se aclara algo la lluvia, que no el cielo.
Seguimos el camino que cualquiera podrá comprobar que está perfectamente indicado. Aquí un inciso para acordarnos de todos los capullos que se dedican a romper carteles o cambiar piedras y mojones. Con las piedras precisamente se nos ocurre qué hacer con sus mojones supuesto que sean del sexo masculino (que no género). Si fueren del otro sexo, también se nos ocurriría algo (dicho queda que capullos es plural genérico).
Pese a todo alcanzamos pronto (y digo pronto porque no anotamos horas, pero se puede consultar el track) el pantan(it)o de Mezalocha. Cuco y viejo. Techado de buitres y sin demasiado impacto ambiental. Atravesado, llegamos en un pis pas a Mezalocha para tomar un camino que nos ha de llevar al cruce inicial del pantano. Esta vuelta circular vuelve a despistarnos y entramos de nuevo en las dudas. Juancho esta vez hace un faena de apaño y nos alumbra con su GPS para tomar el camino de Mezalocha a Jaulín. Esta es la parte más dura del camino ya que si bien no tiene mucha cuesta, tenemos un mal compañero: el viento. Frío. Cuando el hambre azuza, a eso de las 10, buscamos un refugio en una paridera abandonada para el chicken-in con bota. Hoy era uno de esos días en el que si alguien viene con un termo de café caliente se gana 50 euros.
Retomamos el camino y hablando de algas, de María Teresa y la de deportes (Vicario o algo así) vamos parcheando cuestas y alcanzando Jaulín, cuna de Gastones. Una visita rápida a la balsa y los patos, sobre cuya persistencia se entabla algún debate. Sorprendidos por la estatua que da la bienvenida (es un decir) al parque, nos alejamos de Jaulín para buscar el camino a Muel. Es fácil de ver: sígase el parque eólico (en singular). De nuevo cuestas y algunas dudas que nos llevan por primera vez a preguntar a un lugareño que no era tal pero nos indicó bien.
Ya encaminados, solo queda seguir. Ahora sí que el camino se empieza a hacer pesado, sobre todo porque veíamos que las expectativas del vermú se iban a reducir a nada o casi. Juancho, descubre una función en su GPS de interés: km a destino. No sabemos si ha sido el mejor día para hacerlo. Al fin distinguimos el pueblo y su pasión motera en efervescencia. Son las 14 h. Solo queda hacer unas llamadas y encomendarnos al patrón para ver si el vermú es perdonable. La cosa ha sido así: 225.000 euros de ida y vuelta, unas jarritas y manjares (nos sabían, que no de por sí) escasos para retomar el regreso a casa. Calcetinada de bienvenida. Gracias Miguel.
A los perezosos de invierno: a ver para la próxima si somos legión. Se admiten sugerencias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)