FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 25/08/2018 |
Distancia: | 12 km |
Desnivel positivo: | algo más de 1000 m |
Dificultad: | Pechadica pero suave |
Tiempo Invertido: | Algo menos de 4h con almuerzo |
Los veranos se sunsen poco a poco cuando agosto comienza a rendirse y la presencia del otoño se adivina en un atardecer temprano o en una rebeca de más en la terraza del Casino. No está escrito pero parece tiempo de pasar página, de liar una hojita más y algo más cerca de la roja (¡Ay Don Miguel cuánto te echamos de menos!), en nuestro camino compartido. Quizás para ayudar a pasar el trago nos encomendados hace años al rey Moncayo, rey al menos de estos lares.
Algunos, pocos, mantenemos la tradición y buscamos su consuelo cuando ya toca retirada. Y este año no podía ser menos. Allá nos fuimos Alfredo, Chema, Paco A., Rafa, Juan Carlos y Luis, con la ausencia sentida de un Matucán herido que tanto nos ha alegrado pasadas ascensiones. Hemos tomado Cueva de Ágreda como referencia para esta subida desde hace años: excelente paisaje, subida exigente, dura en el tramo del barranco del Colladillo que da acceso a la cima, y sobre todo fácil de completar en menos de 4 horas (subida-bajada-almuerzo). Este año teníamos a Alfredo, que todos dábamos por culminador ante la ausencia de Miguel. También estaba Juan Carlos, que avisaba de sus escasos kilómetros (en los pies, que no en el cuerpo) en los últimos años. Quizás por esto último, tal y como llegamos salió sin esperar al resto que estábamos buscando ropa para protegernos de un frío que se anunciaba peor en la cima, cierzo mediante.
Como siempre el camino por el bosque de robles, acompañados en el valle por el río Transmoncayo que nace al pie del barranco. Ya antes de llegar a esta zona del nacimiento, huérfana de árboles y repleta de ortigas, se había definido lo que iba a ser la ascensión: Chema y Alfredo habían pasado a Juan Carlos (que demostró que quien tuvo, retuvo) y se iban por delante seguidos de un Paco que se cansó de rodar con Rafa y Luis. Con todo, fue una ascensión muy agradable, sin descansos, al ritmo que cada uno se marcó y con mejores sensaciones que años atrás.
Los de cola, léase Rafa y Luis, cuando llegamos al pico nos encontramos ya con un almuerzo a medio desplegar y la sorpresa de que Chema había hollado en solitario. Por cierto, en menor tiempo que Miguel (¡ahí queda el reto!). A pesar de que nos habíamos prometido reservarnos para la comida, en el almuerzo llevamos más vicio que una tomatera: tapica de queso con anchoa, tomate y piparras (made in Chemita), carnes varias y vino, este último escaso de casta, pero que perdonamos porque bastante esfuerzo es cargar la bota (ante la ausencia de Luis 1, enredado con nuestro errante Zaragoza, solo Paco ejerció de picador). Como el cierzo arreciaba y la mañana no estaba para tertulias, y tras debatir sobre el silre y sus beneficios en las tomateras, nos hicieron (bueno, más que hacer, perpetraron) una foto de conjunto en el geodésico y para abajo. Bajada a guiñarol o guiñarón, que aquí surgió una de las dudas del día. Si alguien, sabedor del arte de labrar con caballería, nos la resuelve, bienvenida será la respuesta. Sea como fuere, Juan Carlos y Paco trazaron surco.
En poco alcanzamos de nuevo la pradera donde dejamos los coches y para el pueblo. Vamos a dejar en el vestuario lo acontecido después, que bien mereció una (y más) ascensiones a nuestro rey. Fue un placer compartir la jornada compañeros.