domingo, 1 de agosto de 2010

EL PICO DEL RAYO

¡Mira que hemos oído hablar del Pico del Rayo!. Lo visitamos hace poco más de un año en la Vicorada. De pasada. Y nos hemos propuesto más de una vez subir, pero causas varias nos dejaron retratados en esa frase del ideario cenefo con escaso parangón: "Nada, cenefos, otra etapa sin acabar" (Luis I dixit). Esta vez la propuesta iba en firme, aunque con cañones recortados. Nada de intentos desde Morata que se nos llevaran por delante esa hora indolente del vermú. Así que salida y llegada desde El Frasno. Media docena de contingentes, salchichas y cerveza incluidos, estábamos a eso de las 7.30 en nuestra sede social dispuestos al ataque. Compramos pan y para arriba.
El inicio desde el cementerio de El Frasno ya es un clásico de este blog; casi se pueden distinguir los puntos de track en la tapia del camposanto. Tras el oportuno cántico a San Garmin (patrón cenefo con San Sifo), check point en la salida, que cenefo prevenido no vivirá mil años. Rafa nos hizo pasar un control de pulsaciones y capacidad pulmonar; parece que estamos aptos para el consumo (sic). Tras el oportuno test salimos por la pista para enseguida desviarnos a la izquierda, camino de la Erilla Alta y el nevero que ya visitamos en diciembre del año pasado. La subida, sin tener una pendiente excesiva, se hace algo dura por lo continuada. Algunos rompen a sudar enseguida y otros van masticando salchicha, que algo queda de la noche anterior. Con alguna paradica y trago de agua vamos llegando al final justo al cruce con la carretera militar que lleva a la zona de control aéreo. Aquí un nuevo test que refleja un significativo aumento de pulsaciones (quizás haya que apurar el consumo). Varios carteles de prohibición y un militar nos alertan de que estamos en zona militar (en honor a la verdad relajada y con comprensión senderista). Se cruza la carretera y seguimos la pista que fajeando (ya ha cuajado el verbo) la Sierra de Vicort lleva hasta Viver. En esta zona se nos ve más sueltos y con un resuello de alivio (dos cifras en las pulsaciones).
La duda estaba en cómo atajar para llegar al Pico del Rayo. Había varias posibilidades, que variaban según las fuentes. Decidimos seguir hasta el cruce de la pista con la senda que lleva a Inogés y que se distingue perfectamente por la caseta con fuente que hay en el cruce. Detrás de la caseta nace (y casi perece) una senda que a cuchillo nos ha de llevar a una zona intermedia entre las antenas de televisión y el Pico del Rayo. La senda, preciosa y dura. Sembrada de musgo y rodeada de acebales, con un suelo algo complicado, nos permite disfrutar del monte en toda su intensidad (en el diccionario cenefo la hemos bautizado como senda rafita). Si vamos tomando como referencia la cima y sin desviarnos en exceso a la izquierda, al final se llega justo a una pista que lleva al Pico del Rayo. Último esfuerzo y cumbre, con Juancho y Fernando (que no equipo A; no la vayamos a liar) en cabeza.
Para aquellos que no hayan estado, decir que la vista es espectacular. De subidón (literal en todos los sentidos). Para celebrarlo decidimos brindar con media barra de pan del día salpicado de todo un poco (excepto salchicha gracias a Dios).

Chicken-in reglamentario al que se suma Ángel. Nos llena de alegría ese cambio de la galleta por el bocadillo. Por cierto, seguimos destacando la labor innovadora de Fernando en estos menesteres: el ferranadriá del almuerzo montés. Un avanzado en la fusión y el mestizaje, sin parangón. Con el apetito en retirada, procedemos como es habitual, a arreglar un poco el país, hacernos algunas fotos de nuestra hollada y tirar para abajo. La vuelta decidimos hacerla por la pista que lleva a las antenas. Finalmente nos topamos con la carretera militar de nuevo, y es complicada otra opción por este lado de monte, así que tiramos para abajo por el arcén (excepto Juancho) hasta de nuevo el cruce con la zona de la Erilla Alta.
El descenso se pudo hacer por la misma pista de subida, pero San Garmin nos había reservado una senda, que partía del cruce de la senda de Aluenda con este camino a la Erilla Alta. Más de uno dudamos que hubiera allí senda alguna, pero la fe que procesamos a nuestro santo patrón no admite fisura. Adelante. La emboscada es guapa. Un piso lleno de agujas de pino y madera seca (biomasa sin conocimiento, ¡qué no haya un incendio allí, por Dios!) hace difícil cualquier tránsito, como bien pudo constatar Ángel (¿noticias de esa muñeca?). Pero la técnica cuchillo se impone y terminamos ¡en la carretera militar!. Eso sí por poco tiempo. A estas alturas, la mayoría habíamos perdido la referencia, aunque siempre supimos que el cementerio y el coche nos quedaban a la izquierda. Monte a través, nuevo cruce de la carretera (es el cuarto, con lo que ya se puede considerar vicio), carruchas a tutiplén y llegamos a nuestro destino.
El resto es lo habitual: jarras, algo comestible (e incluso incomestible, como esos pimientos de padrón que picaban como demonios) y negociación de camisetas nuevas. La siguiente, ese trozo de calcenada que nos quedaba por completar. ¡Qué vaya bien!
(por problemas técnicos, las fotos tendrán que esperar)

2 comentarios:

  1. Impresionante la "Senda de Rafita". Seis curvas de nivel en apenas 500m, una pendiente media del 25%, échale h....s.

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  2. En efecto es Inogés. No sé de dónde me saqué la H. Por cierto, hoy ha habido etapa extra-oficial (eso sí había dos camisetas cenefas), y ha sido interesante. Subida a la Sierra de Morata que no tiene nada que envidiar a la primera subida a la de la ERilla Alta. 500 metros de desnivel en 57 minutos y poco más de 4 km de subida. Luis I está hecho un roble. Incluso para los almuerzos, que ha sido más largo que la estapa.

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