FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 29/08/2015 |
Distancia: | 13.5 km |
Desnivel positivo: | más de 600 m |
Dificultad: | inflóncito |
Tiempo Invertido: | bastante |
Tiene un verano en el pueblo el sabor placentero de un buen
gin-tonic. Suficientemente refrescante, agradablemente saludable en una buena
sobremesa y con el deje justo de amargura. La que te da saber que también has
zurcido peñas, amagado siestas y esquivado frescas a las tantas de la noche
como hoy lo hacen durante unos días aquellos que esperemos deshagan ese camino
al que cantaron la Ronda de Boltaña en su memorable Mermelada de Moras. O al
menos que nunca olviden que por aquí también está su lugar en el mundo. El nuestro.
Para muchos de nosotros toca cerrar la casa y seguir girando (véase Mermelada
de Moras), pero antes lo celebramos con esa ya tradicional andada final de
verano, la que otras veces nos llevaba al Moncayo o más allá de los 3000, pero
que este año nos ha dejado más cerca.
Entre las huestes cenefas circulaba la leyenda de la pájara
Oñate allá por la senda de Aluenda. Sus últimas escapadas a la sierra auguraban
el fin de la maldición y nos conjuramos los máximos cenefos posibles (léase
como plural genérico) para hacerlo realidad un 29 de agosto de 2015 d.c. En la
plaza a las 7 de la mañana estábamos una legión esperando que Luis I tuviera a
bien llegar. Era un momento histórico: el primer retraso del más aguerrido de
los cenefos. Aquel que sancionaba la ausencia en el toque de campanas con una severa
corrección llegaba el último. Una vez escarnecido, tocaba ir a los Pelos y
aprovisionarnos de pan, recoger a Chispa y tirar para Aluenda desde donde
estaba previsto salir hacia el pico El Rayo. Y allí, puestas las botas y hecha la
foto de rigor tiramos senda arriba. Al ser doce (Chispa incluida) era lógico
procesionar a nuestros respectivos ritmos. Hay que reseñar que esta senda (bien
indicada) es de las más bonitas de la sierra de Vicor, si bien los miles de
mosquitos que nos tocaron este día, hicieron el camino algo menos agradable que
de costumbre. Todos aguantaron perfectamente por lo que la maldición quedó por
fin superada.
Subidos a la pista, tiramos para arriba hasta llegar a la
pista (continuación de la anterior) que nos lleva por la falda de la sierra que
da a Inogés, El Frasno y Pietas. Por allí el camino es más sencillo, sin
pendiente hasta llegar a la caseta blanca donde tenemos el cartel explicativo
del acebal de Vicor, junto a un bello ejemplar de acebo. Es en este cartel
donde se coge una senda (algo parecido a una senda) que viene marcada por
brochazos verdes de camuflaje, que una vez adivinados más que vistos, nos
conduce en diagonal hacia el pico. La zona es algo salvaje, plagada de musgo,
un poco exigente, pero bonita. Y en no demasiado tiempo nos permite llegar al
camino de la cumbre. Hoyada, hechas las fotos conmemorativas, nos tocaba la
parte gastronómica, que como viene siendo costumbre se nos alargó algo más allá
de la hora.
La bajada se hizo por la senda que va a parar a la curva de
la pista. Bajada dura que nos hace descender trescientos metros en nada. De
allí, vuelta para la caseta blanca y descenso por la senda que lleva a Inogés.
Una bonita bajada entre pinares, que luego debemos dejar para tomar el camino
hacia Pietas. Hubo en esta zona algún escarceo entre los que unos hicieron,
otros afirmaban y lo que Luis I primero conocía. También exceso de cansancio a
esas horas, que nos hacía ver todo más duro de lo que realmente era el camino.
Llegados de nuevo a la pista justo en el cruce con la senda de Aluenda, nos
tiramos para abajo. Ahora la senda estaba plagada con millones de mosquitos.
Desagradable. Menos mal que no son escasamente 1.4 km y en breve llegamos al
coche.
De allí a Morata, Togi, cervecitas, Casino, algunas risas y
para casa.
Despedida a un verano más en el pueblo. Y no seguimos, que el
recuerdo vuelve tierno hasta el pan duro de ayer (Mermelada de Moras).
Solo recordar que en Alemania hay un trocito nuevo de este
pueblo al que deseamos la mayor de las felicidades. Y al cenefo, y familia, que
seguro leerá esto, nuestra enhorabuena. Para ellos una de esas frases míticas
sobre la descendencia: “Solo dos legados podemos dejar a nuestros hijos: uno,
raíces; otro, alas.”
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