FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 02/03/2014 |
Distancia: | 10 km (o casi) |
Dificultad: | Paseico |
Tiempo Invertido: | vergonzoso |
Hay días que no. Que no hay manera de sacudir la tendencia a la hibernación del cenefo, perezosa especie que solo se viene arriba con la primavera. Más si la mochila rezuma aroma a un almuerzo de bandera. Quizás así se entienda la andada de hoy. Teníamos como objetivo el Salto de Roldan, allá por los límites del parque natural de Guara, y allí fuimos un casi pleno cenefo con la furgo de Raúl. Ya salimos algo justo de hora, 7 a.m. cuando ya prácticamente había amanecido, y llegamos más allá de las 8.15 a Santa Eulalia de la Peña, después de despistarnos ligeramente en Huesca. Ya entonces habíamos visto el peñasco que Roldán conquistó con caballo incluido y nos habíamos hecho una idea de su salto tremendo para evitar el acoso moro. Peñasco que nos quedaba cerca, tan cerca como lejos el Pico del Águila con su corona blanca. Tan lejos que ya dimos por desestimada hoyarlo para no cuestionar la estrategia acac
Una vez puestas las botas, y polainas en algún caso, nos tiramos para el monte. El suelo, como se preveía, está blando por el agua caída por la noche. La mañana eso sí, fantástica, con un estupendo sol. La panorámica de la Hoya de Huesca es muy buena, y pronto se anima el paisaje por una bonita senda que nos lleva al mirador del Salto de Roldán, entre la peña San Miguel y la de Amán (quizás se apoyara en la del Fraile, lo que haría más fácil la cosa: ¡tampoco fue para tanto lo del gabacho!). Nos fuimos hacia allá, llegando en poco tiempo a la peña San Miguel y la ferrata que hay que ascender. Por esa zona el viento sopla bien y la mañana es menos buena que 2 km antes. Subir se subió, aunque no todos. Dejémoslo ahí.
Una vez reagrupados en la zona protegida de la vía ferrata,
nos tiramos para abajo hacia el mirador para dar cuenta de lo interesante: el
branch. Sardinitas, caballa, mejillones, jamoncito, piparras, olivas chorizo,
torta…. Y un excelente vino que en bota, pasa a Arius desde ya. Por cierto,
algunas máximas dejamos, como que “pasando de tres hay que echar dos botas” y “si
tienes la idea de echar la bota, échala”. Habrá que incorporarlas al imaginario
cenefo.
Acabado el branch y agotada la bota, quedamos huérfanos de
objetivos pese a la maravillosa mañana. ¿Y ahora qué? Tiramos monte arriba con
algo más de lastre (se ve que la misma masa distintamente repartida no lastra
igual). Ya hacia mitad de ascenso vamos
pensando dónde convendría echar el vermú, lo que pasaba por no acabar demasiado
tarde. Así que en cuanto vimos que se podía atajar, y tras algunas dudas, tiramos
monte a través para buscar un nevero que ya sabíamos no muy lejos de Santa Eulalia.
En este atajo comprobamos lo bueno de llevar un GPS. Ya no nos perdemos tan fácil, por
más méritos que hagamos.
Ya en esta zona, cogimos fácil la senda que lleva al pueblo.
Senda, por cierto embarrada, pero que nos deja un fantástico descenso al pueblo.
Pasando incluso por una zona de abrigo que usaban nuestros antepasados y de cuya huella hay constancia en una pequeña cueva con pinturas rupestres, protegida pero visible para el excursionista (que debe respetar por supuesto). En poco llegamos al pueblo, recogemos y nos vamos para Zaragoza,
haciendo parada en El Coloquio, para dar cuenta de algunos pescaditos más y de una reposición de sales que no tengo claro hayamos perdido en la andada. Bueno,
está visto que algunos días amanecen para disfrutar del aire, el paisaje, la compañía
y el almuerzo. Lo dicho... los cenefos han estado de branching (ojo, de jamoncito, pescadito todo enlatado
adecuadamente o en todo caso las sardinitas rancias que nos adereza Luis I….
nada más significa este nuevo término cenefo), que también nos sienta bien.
Así que hasta la próxima. Y que sea pronta para todos y
sobre todo para Luis I que vuelve a pasar por el taller.
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