FICHA TECNICA | |
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Fecha: | 26/08/2017 |
Distancia: | 12 km |
Desnivel positivo: | unos 1000 m |
Dificultad: | pechada, pero llevable |
Tiempo Invertido: | 3.30h |
Parecía muerta esta ventana al mundo senderista, pero no.... volvemos. Ha sido un año extraño, complicado y lleno de tareas, que nos ha dejado menos polvo en las zapatillas del que nos hubiera gustado a muchos. Bueno... que nos hubiera gustado a casi todos. Que los irreductibles han seguido machacando suela como acostumbran. Los boinas negras.
Ha sido un año de Cosuenda como siempre. Pero eso está ya olvidado (alguno lo olvidó incluso antes de salir de Cosuenda). O de Santabarbarada, que la volvimos a recuperar para celebrar la llegada de un ansiado verano. Una entrañable Santabarbarada, quizás la última tutelada por la entrañable Furgoboni. Esperemos que no. Y por supuesto, ha sido un año de Moncayo.
Es este monte arisco el que marca el recogimiento postvacacional de este colectivo. Adorna la andada esa cierta melancolía que deja el poso de una muesca más, en un tiempo de verano que languidece para desconsuelo de casi todos. La conjura cenefa de este año estaba incentivada por Chema, que prometió coser el desconsuelo, así como reparar agujetas, a base de migas. Había, eso sí, que hacer chufa en el San Miguel. Y allá nos fuimos, unos cuantos. Paco A, Chema, Antonio, Rafa, Víctor, Jesús y Luis. O sea: siete magníficos. Más Matu, que no se pierde una. Aunque nos hubiera gustado contar con varios más de los clásicos que este año nos han fallado.
Llegamos sobre las 7.40 a la Cueva, con algo de neblina, pero en una mañana fresca. La salida está bien marcada, y enseguida cogimos un ritmo vivo, con Rafa tirando y sin esperar a nadie. Disfrutamos y sufrimos lo justito de la primera zona boscosa. Ni preciosos robles, ni el riachuelo que nos acompaña, ni la charla animada detiene el ritmo impuesta. Eso sí, poco antes de llegar a la zona donde brota espontáneo el Trasmoncayo, Chema se desmarca para seguirle pronto Antonio, Paco A. y más tarde Víctor. Los fuertes. Quedamos algo más rezados el resto, aunque Jesús enseguida tira también para arriba con ritmo vivo. Otro fuerte. El resto se queda a un ritmo más suave y tranquilo, pensando en lo que queda por delante. Luis lo agradece que todavía recuerda el pajarón que le dio el año pasado a mitad de barranco. La subida... pues ya se sabe, cada uno a su ritmo y con tranquilidad que, salvo las migas, no nos espera nadie.
Arriba el viento se hace notar, y también el frío, por lo que el almuerzo se hace rápido. La viandas de rigor, que disfrutamos los ocho (Matu, incluido), alguna foto para dejar constancia de la chufa, y para abajo. La bajada se hizo a un ritmo rápido y vivo, trotando en algún caso. Si se tiene cuidado de torceduras indeseadas, no es mal consejo dejarte llevar para evitar sobrecargas. Antonio, que afrontaba el Moncayo por primera vez, como Jesús, es el que más sufre... pero cumple, aunque le tiemblen las piernas. Así que antes de las 12 h estábamos ya en la Cueva de nuevo, listos para afrontar la última etapa del día. Las migas.
Llegados al pueblo toco duchita, reposición de sales en El Casino, y nos fuimos a preparar unas raciones de piparritas, pimientos y otras verduritas a la plancha, para acompañar una migas con huevos fritos y frutas variadas. Todo sano y natural que aderezamos adecuadamente. Chema se portó y preparó unas estupendas migas. Postre, copitas y un campeonato de guiñote que ganaron los más expertos. Los boinas negras del tapete. Serían ya más de las 6 de la tarde cuando salimos de una estupenda comida. Aún tuvimos tiempo de un campeonato de futbolín, que permitió a Rafa desquitarse de la derrota que sufrió en el guiñote, deporte que se le encasquilla casi tanto como el barranco del Colludillo.
Y con estas, comenzamos un nuevo curso andarín, que esperemos esté lleno de almuerzos, charlas animadas y estupendos paisajes.
Ha sido un año de Cosuenda como siempre. Pero eso está ya olvidado (alguno lo olvidó incluso antes de salir de Cosuenda). O de Santabarbarada, que la volvimos a recuperar para celebrar la llegada de un ansiado verano. Una entrañable Santabarbarada, quizás la última tutelada por la entrañable Furgoboni. Esperemos que no. Y por supuesto, ha sido un año de Moncayo.
Es este monte arisco el que marca el recogimiento postvacacional de este colectivo. Adorna la andada esa cierta melancolía que deja el poso de una muesca más, en un tiempo de verano que languidece para desconsuelo de casi todos. La conjura cenefa de este año estaba incentivada por Chema, que prometió coser el desconsuelo, así como reparar agujetas, a base de migas. Había, eso sí, que hacer chufa en el San Miguel. Y allá nos fuimos, unos cuantos. Paco A, Chema, Antonio, Rafa, Víctor, Jesús y Luis. O sea: siete magníficos. Más Matu, que no se pierde una. Aunque nos hubiera gustado contar con varios más de los clásicos que este año nos han fallado.
Llegamos sobre las 7.40 a la Cueva, con algo de neblina, pero en una mañana fresca. La salida está bien marcada, y enseguida cogimos un ritmo vivo, con Rafa tirando y sin esperar a nadie. Disfrutamos y sufrimos lo justito de la primera zona boscosa. Ni preciosos robles, ni el riachuelo que nos acompaña, ni la charla animada detiene el ritmo impuesta. Eso sí, poco antes de llegar a la zona donde brota espontáneo el Trasmoncayo, Chema se desmarca para seguirle pronto Antonio, Paco A. y más tarde Víctor. Los fuertes. Quedamos algo más rezados el resto, aunque Jesús enseguida tira también para arriba con ritmo vivo. Otro fuerte. El resto se queda a un ritmo más suave y tranquilo, pensando en lo que queda por delante. Luis lo agradece que todavía recuerda el pajarón que le dio el año pasado a mitad de barranco. La subida... pues ya se sabe, cada uno a su ritmo y con tranquilidad que, salvo las migas, no nos espera nadie.
Arriba el viento se hace notar, y también el frío, por lo que el almuerzo se hace rápido. La viandas de rigor, que disfrutamos los ocho (Matu, incluido), alguna foto para dejar constancia de la chufa, y para abajo. La bajada se hizo a un ritmo rápido y vivo, trotando en algún caso. Si se tiene cuidado de torceduras indeseadas, no es mal consejo dejarte llevar para evitar sobrecargas. Antonio, que afrontaba el Moncayo por primera vez, como Jesús, es el que más sufre... pero cumple, aunque le tiemblen las piernas. Así que antes de las 12 h estábamos ya en la Cueva de nuevo, listos para afrontar la última etapa del día. Las migas.
Llegados al pueblo toco duchita, reposición de sales en El Casino, y nos fuimos a preparar unas raciones de piparritas, pimientos y otras verduritas a la plancha, para acompañar una migas con huevos fritos y frutas variadas. Todo sano y natural que aderezamos adecuadamente. Chema se portó y preparó unas estupendas migas. Postre, copitas y un campeonato de guiñote que ganaron los más expertos. Los boinas negras del tapete. Serían ya más de las 6 de la tarde cuando salimos de una estupenda comida. Aún tuvimos tiempo de un campeonato de futbolín, que permitió a Rafa desquitarse de la derrota que sufrió en el guiñote, deporte que se le encasquilla casi tanto como el barranco del Colludillo.
Y con estas, comenzamos un nuevo curso andarín, que esperemos esté lleno de almuerzos, charlas animadas y estupendos paisajes.
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