domingo, 24 de julio de 2011

LOS DÍAS QUE SALIMOS A ALMORZAR


Hay fines de semana que los cenefos nos enrocamos en la complacencia de una amistad a golpe de huevos fritos con jamón. Complacencia que destila ese aroma de pequeñas renuncias que el tiempo va asentando en nuestras vidas y que nos obliga a cubrir objetivos sencillos, alcanzables, exentos de frustraciones. Cuando eso ocurre, un pequeño paseo, viento fresco y Morata en bruto son suficientes para descubrir nuestro centro de gravedad, para reconocer nuestro lugar en el mundo. Algo de eso ocurrió los últimos fines de semana que decidimos re-repetir (acto de repetir dos veces) una andada previa, muy castiza: Albergue-Valle de los Fósiles-Jabacín-Paredes-Chodes-Albergue. Ya quedó descrita esta ruta hecha la pasada Semana Santa (véase Senda sin Polvo) y poco más queda por decir. No es ni la más bonita, ni la más exigente, ni la más sencilla. Pero es una ruta por nuestro pueblo. Kilómetros de complicidad para ir desentumeciendo piernas. Primero Fernando y Luis y un segundo fin de semana, los mismos acompañados de Ángel, José Antonio y José Manuel. Un escaso par de horas, con sabor a poco, para desembocar en un almuerzo, de regusto y poso. Nada de tonterías. A saco: huevos fritos, jamón, jarras y patatas fritas si toca. Y ya está, que no hay sofisticación en la felicidad. Hay fines de semana que toca salir a almorzar, señores. Y no hay más

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