sábado, 17 de octubre de 2009

Otra mañana de Pilares en Zaragoza. La Puebla de Alfindén-Alfajarín-La Alfranca-La Puebla.



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Distancia recorrida: 20,16 kilómetros
Altitud min: 130 metros, max: 274 metros
Desnivel acum. subiendo: 610 metros, bajando: 598 metros
Tiempo efectivo: 3 horas 45 minutos
Tiempo total: 4 horas 43 minutos

Se van acabando las fiestas. Y seguimos calentando motores por los alrededores de Zaragoza. Había preparado Juancho una salida en torno a los galachos de la Alfranca para este fin de semana y a ella nos apuntamos los de casi siempre con sorpresas incluidas. Primero, cayó Luis I de la convocatoria, parece que por incompatibilidad con los horarios festivos, si bien las discrepancias con la bota y el vino cenefo puede haber tenido algo que ver. Segundo, recuperamos a Carlos, socio fundador que nos había abandonado durante un tiempo, sea por problemas físicos, sea por su renovada afición a las dos ruedas (léase motocicletas y no bicicletas). Con estas novedades amanecimos a las 7.20, hora de reagrupamiento, Juancho, Manu, Ana, Miguel Ángel, Carlos y Luis. El resto excusado o excusable.Para comenzar la etapa nos dirigimos primero a La Puebla de Alfindén, acompañados de una temperatura propia de estos meses o incluso de alguno venidero, y del cierzo.Chequeo al material (hoy hay pleno de indumentaria y GPS's) y repaso a las nuevas botas de Manu, para iniciar la andada por la cañada real de Barcelona camino de El Toro. Aquellos que hayan transitado por la carretera o autopista a/desde Barna, lo reconocen fácil: es el negro indultado de Osborne que preside el horizonte en lo alto de los montes blancos de la zona. En estos mismos nos adentramos. Paisaje duro, monegrino, donde los haya que han retratado ya nuestros cantautores y políticos con suerte dispar (juro que ha salido así, sin querer -me refiero a lo de disPAR-). Laberinto de caminos y sendas polvorientas, gozo de ciclistas y moteros, que nos van acercando al bicho. La estampa, arriba, es muy bonita. Con el sol del amanecer al fondo, el cielo inmaculado solo roto por el recuerdo de una España tan distinta, la de nuestros padres, que como dijo aquel no reconoce ya ni la madre que la parió. Fortunately. La estampa está de foto, pero la temperatura y el cierzo no. Así que aligerados de instantáneas, retomamos el polvo para dirigirnos a la Ermita de la Virgen de la Peña y las ruinas, se supone de un castillo, en Alfajarín. Una vez en ella, descendemos ya por el camino asfaltado que cruza por debajo de la carretera y nos lleva a Alfajarín pueblo por el que llaman barranco de la Virgen. Hay que atravesar el pueblo y ya bajar hacia el río que se adivina por el reguero arbolado del fondo.
El camino se nos hace ahora plano y monótono. Continuo de campos, acequias, alguna urbanización, corralizas, que nos va llevando hacia el río y la zona que perseguimos de los galachos. Bordeamos "las casa de los huertos" y "la torre bruil". En este tramo ya avisa Manu que sus pies reclaman atención. Aun con todo se aguanta hasta llegar a la orilla del Ebro, elegida para el chicken-in de rigor. Bota con rico vino argentino y refrigerio de apaño. En el repaso de pies, Manu ya lleva una rica ampolla que esperemos solo sea de las que habitualmente se incluyen en el precio de unas botas nuevas. Se remienda como se puede y continuamos camino, ya con el Ebro como compañero en todo momento. Una vez entrados a la reserva natural de los galachos de La Alfranca, el paisaje algo mejora, y el verde ya empieza a ser más habitual. No obstante, todos preocupados por el pie de Manu que no parece haber mejorado en exceso ni con el primer esparadrapo ni con el segundo intento con los parches de silicona. Incluso se baraja llamar a Luis I para recoger heridos. Valorado el cachondeo consiguiente, se decide seguir sufriendo y seguir hacia la finca de La Alfranca... hasta que la cosa ya no es sostenible. Seis kilometros antes del objetivo final (léase jarras de cervezas en La Puebla) se opta por dividir escuadrones y que una avanzadilla llegue a por uno de los coches. Elegidos Miguel, Carlos y Juancho para la misión, el resto continua hasta la Finca como fin de etapa. Allí comprobamos que no era una ampolla sino dos las que torturaban a Manu, una de ellas con bastante mala pinta. Raro que pudiera andar siquiera. La zona de la Finca, aunque solo de pasada, pudimos comprobar que tiene unas preciosas instalaciones. Al poco regresa Miguel con el coche para la recogida y llegamos, esta vez sí, al objetivo. Como ya es costumbre cenefa, jarras, brindis, un pequeño vermú, loas al encanto de los galachos de juslibol (no es un error), y algunas cosas más que dejamos intramuros y para casa, que son casi las 2 pm.
Muchas gracias a Juancho por la planificación y el vino.
Se acabó la temporada pilarista de este año. Salud para la próxima.

www.cenefos.es

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